domingo, 15 de diciembre de 2013

LA FUERZA DE FERNANDO CÁCERES

Publicado en el número 43 de Káiser Football
Fernando Cáceres, ejemplo de fuerza y superación
En ocasiones la vida te pone a prueba. Te abofetea y te pone delante del dolor. Disfrazado de un familiar y su pelea con una cruel enfermedad por un sitio en este mundo. Vestido de un amigo y esa última conversación que jamás llegará con el papá que se acaba de marchar para siempre. Situaciones difíciles en las que las palabras de ánimo se escurren a menudo entre el llanto de la emoción y las respuestas a unos porqués que nunca llegan. Pero es en estos casos cuando descubres a gente formidable. Personas magníficas, fuertes como rocas, capaces de desmontar tu mejor guión preparado y ponerle una sonrisa a tanto dolor. Ese familiar o amigo, que incomprensiblemente vuelca sobre ti el saco de ánimo que le ibas a regalar. Gente extraordinaria que golpea con sus ganas de vivir a la desgracia, el infortunio o a su mismo destino. Una de esas personas esperaba impaciente la fría noche del pasado 13 de Noviembre en el túnel de vestuarios de La Romareda. Su vida ha cambiado. Los tacos de sus botas son ahora las gomas de dos malditas ruedas con las que ya no persigue delanteros sino el sueño de algo tan cotidiano como caminar. Su mirada, antaño concentrada en la marca del hábil punta rival, el faro solitario que busca desorientado el barco de una antigua vida. Y es que a Fernando Gabriel Cáceres, la bala del odio y el asco a la vida le cambió el 1 de Noviembre de 2009. Desde que mutiló su ojo derecho para dormir acostada en la cabeza del argentino, junto a sus sueños. Desde que forcejeó con aquél ratero adolescente en un asalto que le robó algo más valioso que lo meramente material. Parte de su propio ser. Fernando vió la muerte muy de cerca pero decidió que no era el momento y que quería seguir entre nosotros. Qué iría con todo a por la dura rehabilitación. Y entre lamentar su desgracia postrado en una silla y pelear por volver a ser el de siempre, Cáceres no lo dudó. Lo segundo, pibe.
El “Negro” Cáceres espera a que el speaker, como en aquellas noches de gloria en el Municipal, diga su nombre para saltar al césped. Allí le espera el homenaje del fútbol español a un hombre que en nuestro país defendió con su alma los colores del Real Zaragoza, Valencia y Celta. Futbolistas en activo de varios clubs españoles y del Real Zaragoza actual le esperan para arroparle en un partido en el que lo de menos es el resultado y que busca en su recaudación una ayuda para su costoso tratamiento. Y allí, a pie de césped y con algunos años encima, los amigos con los que un día vio arder París. Justo el año en que aquella Recopa del 95 se hace mayor de edad, este homenaje los vuelve a reunir. Cáceres los observa emocionado desde el túnel de vestuarios. Varios kilos y alguna arruga de más, pero la misma camaradería que un día les ayudó a convertirse en mitos del zaragocismo. Futuros entrenadores, buenos empresarios, altos ejecutivos. El horizonte de su vida dista mucho de la de ellos. Su inminente objetivo, tan primario como anhelado, volver a caminar. Más allá, el reto de poder dirigir un día un equipo profesional de fútbol. El speaker pronuncia su nombre. Ayudado por los promotores de este homenaje, Chema Sanjuán y Alejandro Martínez, Cáceres ingresa en el campo. Se hace difícil recordar una ovación como la de esa noche. Todo cariño y sentimiento. Desde su silla el “Negro” llora. Sus lágrimas le impiden ver la emoción en los ojos de los Cedrún, Aguado y Esnaider. El compañero que se hacía un gigante al fondo de aquella defensa aparece ahora empequeñecido, vulnerable y encorsetado a esas dos ruedas que ahora son su vida. Y eso duele. Avanza entre aplausos hasta un balón solitario. Y allí vuelve a hacerse grande, formidable, magnífico y con todo el coraje del mundo abandona por un momento su silla, detiene el mundo y vuelve a sentirse por unos segundos futbolista. Segundos para nosotros, un partido completo para el Negro. Emocionado, golpea la pelota y La Romareda rompe en aplausos. Sí, como difícilmente uno pueda recordar. Para agradecerle su ejemplo de esfuerzo y superación. Para darle las gracias por tanto. El aficionado maño, cabizbajo y desorientado en la búsqueda de su identidad perdida, observa emocionado cómo en el césped parte de su historia más reciente se reúne para animar a su amigo en apuros. Melancolía de aquellos años. Y hoy que venía para dar con su presencia toda la fuerza del mundo al “Negro” Cáceres, recibe del gesto del argentino y sus compañeros de aquella gloriosa época, esa dosis de moral que tanto le hace falta. Gracias.
Mi sobrino Adrián llevaba varios días impaciente esperando el “Homenaje a Cáceres”. Para él es la oportunidad de volver a reencontrase con los ídolos que sus escasos siete años han podido reunir. El argentino salta al césped, Adrián aplaude, pero su mirada inquieta va pasando revista a los Lafita, Gabi y Ander. Sí, allí están. Héroes de un equipo diferente al del “Negro” y sus amigos. Triunfadores de proyectos de salvación por los pelos. Pero son sus primeros cromos, los que te marcan para siempre y allí los tiene de nuevo juntos. Ante la fuerza de nuestros aplausos Adrián mira a los mayores que allí estamos con él. Y si desde su corta edad fue capaz de leer en nuestra mirada emocionada, descubrió el dolor de sentir que uno de nuestro mejores cromos está en apuros. Que le vimos correr y ahora no le vemos andar. Pero que nos transmite la misma fuerza que empleó para ofrecernos aquella Copa colgado de aquél larguero en París. Su próximo trofeo abandonar aquella silla. Ejemplo de superación para que Adrián entienda que un día su club tuvo un equipo de leyenda y que estuvo formado por hombres extraordinarios, liderados por Fernando Cáceres, capaz de devolverle todo el cariño y la moral que fue a darle una fría noche de Noviembre. Fuerza “Negro”.

viernes, 15 de noviembre de 2013

ABDÓN PORTE, LA VIDA POR UNOS COLORES

Publicado en el número 42 de Káiser Football
Abdón Porte o lo que es lo mismo, dar la vida por unos colores
Aquél 4 de Marzo de 1918 Abdón Porte se bajó de aquél tranvía que le dejó a las puertas del Parque Central. Había abandonado prematuramente la sede del club durante la habitual celebración de la victoria, aquella tarde por tres a uno ante Charley. Pasaban varios minutos de la una de la madrugada. Atravesó la puerta principal y caminó despacio hacia el centro del campo. A cada paso el recuerdo de una acción por su Nacional. Un corte abajo al delantero que ya se iba. Un despeje de cabeza entre tres rivales subiendo hasta las estrellas que esa noche le miraban preocupadas. Una gota de sudor cuando dentro ya no quedaba nada. Abdón Porte amaba a aquél club y su figura se engrandecía en cada partido. Desde la posición del aguerrido 5 uruguayo había hecho de su forma de vida defender la camiseta de Nacional. Y el público entendió aquello como algo excepcional y durante aquél tiempo lo aclamó como a un héroe. Hasta que un día el corte abajo llegaba cuando el delantero ya había pasado y aquellas estrellas que esa noche le miraban con desazón desaparecían sobre la cabeza del imponente salto ganador de cualquier rival. Entonces la grada, que esa noche  le daba el frío aliento del silencio, cambió los aplausos por las quejas que llevaron a la Comisión Directiva a prescindir de la capitanía y la titularidad de Porte en favor de Alberto Zibechi. Abdón entendió que ya no podía ayudar más a su Nacional y eso le destruyó por dentro. Aquella noche estrellada se detuvo en el centro del terreno que durante siete años custodió para el tricolor. Y allí donde su vida cobraba sentido cuando vestía los colores de Nacional se pegó un disparo en el corazón para cobrar con su alma el dolor sentido de una vida sin esos colores.

La historia de Abdón Porte, mezcla de la locura más irracional y el romanticismo más puro, es el espejo en el que el orgulloso hincha de Nacional quiere verse reflejado. Porque el hincha de Nacional sabe de dónde viene y adónde va. Se sabe de un país pequeño en lo geográfico pero grande en su espíritu, siempre a la sombra de los poderosos de aquél continente. Son conscientes del rumbo que ha tomado el fútbol actual, esclavo del poder de las grandes potencias y la dificultad que encuentra una institución como la suya para codearse en una sociedad cada vez más globalizada. Entienden que jamás pueden perder ni sus raíces ni las señas de identidad que un día les hicieron grandes. Sin eso están perdidos. Y por eso el hincha del tricolor las exhibe orgulloso al mundo cada vez que puede. Nos dirá que en la selección que consiguió su primera victoria el 13 de Septiembre de 1903 ante Argentina, sólo se vistieron jugadores de Nacional. Que varios clubs se negaron a ceder a sus jugadores al combinado charrúa y tuvieron que ser los jugadores del tricolor los que representaran a Uruguay en aquél 3-2 para la historia. Que los primeros jugadores gringos en participar en aquél fútbol uruguayo tan británico entonces, uno de ellos Abdón Porte, jugaran con la camiseta de Nacional. Nos contarán que en 1813 en lo que se conocía como la Quinta de la Paraguaya, en la actualidad el Gran Parque Central, el Jefe de los orientales José Gervasio Artigas comenzó a construir los cimientos del actual país y su bandera dará sus colores a Nacional y que desde ese círculo central donde Abdón Porte sintió que fútbol y vida se le escapaban para siempre, el balón de la historia mundialista rodará por primera vez. Y hasta gritarán orgullosos que la bandera más grande jamás tejida será la suya para arropar hasta 3 tribunas del Gran Parque Central.
 
Es día de partido y la tribuna Abdón Porte se llena de vida tras una de las porterías. Con la ayuda de pequeñas aportaciones y mucha fuerza de voluntad, un grupo de aficionados han construido una gran bandera que han situado de forma perfectamente visible en ese fondo que ellos habitan. Lleva los colores de Nacional. A un lado la imagen de Abdón Porte, y sobre el blanco central se puede leer en rojo: “Por la sangre de Abdón”. Salta el equipo al césped. El Parque Central se viene abajo para apoyar a sus jugadores. Hay que alentarlos hasta el final. Y si las fuerzas flaquean allí está la imagen de Abdón para recordarles que él fue capaz de dar la vida por el escudo de ese equipo. Ese que sobre dos bandas azules y sobre fondo blanco lleva las iniciales de un club orgulloso de sus raíces y su historia. Las iniciales en rojo del Club Nacional de Fútbol. El orgulloso hincha de Nacional no tiene ninguna duda. Ese rojo es el de la sangre del corazón gigante de Abdón.

martes, 15 de octubre de 2013

IGNACIO EIZAGUIRRE, OTRA ESTRELLA EN EL FIRMAMENTO

Publicado en el número 41 de Kaiser Football
Ignacio Eizaguirre, un portero de leyenda
La muerte dispara fuerte. Un tiro seco, malintencionado, de esos que impiden ver tus defensas y se atreven a dibujar neas imposibles en su trayectoriaEl balón se presenta ante él respetuoso, emocionado, sabiendo que al engañar a aquellos reflejos de 92 años acaba con la vida de aquél mito. Quiere besar la red pero no acabar con el portero. El reloj de la vida marca el tan temido minuto 90. No hay descuento. No hay tiempo para más. Sólo para que Ignacio Eizaguirre se levante, guarde la zamarra del 1, deportivamente de la mano a su ejecutor y se despida para siempre de nosotros.
 
Se va tranquilo, sonrientecontento por la vida que deja tras de sí y repasando una carrerenganchada a los 3 palos. Se va para reunirse con los suyos. Con Epi, Mundo y Gorostiza. Para echarle en cara a Puchades porqué se fue sin esperarle con un guiño susurrarle al oído ¡Amunt Valencia!. Para abrazar a Zarra y su gol a los ingleses. Y sobre todo para charlar con aquél tipo con aires de galán de cine de época, al que el fútbol parecía haber rescatado de un cartel de película de los 50 para hacerle un gato en Maracaná. Ignacio Eizaguirre se acerca a Antonio Ramallets, recién aterrizado por aquellos mundosSe saludan y aprietan sus manos. El tiempo ha suavizado aquella piel trabajada que atrapaba los ásperos balones de la época. No querían guantes. Necesitaban sentir el balón, acariciarlo como a una mujer. De esas manos saldrán siete Zamoras y una noble competencia por la portería a mitad de siglo pasado en aquél Mundial de BrasilDos partidos para el vasco, cuatro para el catalán. Brasil 1950, dos porteros para un puesto, Ramallets y EizaguirreBrasil 2014, la historia se repite. Casillas y Valdés. Pocos lugares son tan inamovibles como la portería, prisionera de guardianes para la eternidad. Arconada, Zubizarreta y Casillas echaron el candado las tres últimas décadas y guardaron la llave junto a su brazalete de capitán. Tan sólo unos valientes han osado discutirles su hegemonía con España, sin mucho éxitoPero algo está cambiandoEl destino ha querido que 63 años después, a meses vista de la reedición de aquél lejano Campeonato del Mundo de 1950 el debate vuelva a estar encima de la mesa. Y ha querido que con dos meses de diferencia,Ramallets e Izaguirre, protagonistas por aquél entonces, nos dejaran huérfanos de aquél pedazo de historia con la que vivimos orgullosos hasta los éxitos recientes. Ramallets pregunta intrigado cómo sigue todo aquello. Cuando él se marchó a primeros de Julio, la cosa no pintaba bien para Iker. Le habían ganado el puesto y andaba envuelto en un enfrentamiento interno con su entrenador. Lejos de allí Víctor Valdés levantaba su quinto Zamora. Eizaguirre le confirma que dos meses después la situación no es que no haya cambiado para el de Móstoles sino que incluso ha podido empeorar. La llegada de un nuevo inquilino al banquillo madridista no ha revertido la situación  mientras que el guardameta azulgrana firma las mejores actuaciones de su carrera en la que será su última temporada en Can Barça. Hablan, discuten e intercambian opiniones, aunque sin duda alguna coinciden en que la gran beneficiada en todo esto es la Selección Española, que como en 1950 contará con dos porteros de garantías para el Campeonato.
 
Desde allá arriba esperarán impacientes el comienzo del Mundial y observarán emocionados el desenlace del debate por un puesto en la portería. Todo ha cambiado mucho. Los porteros llevan su nombre grabado en los guantes y son la imagen de multimillonarias firmas comerciales. España no es aquél país que se desperezaba en tiempos de posguerra y Brasil no es la única favorita. Sólo Maracaná ahora bañada en oro y brillantes, conserva la esencia del fútbol de entonces.Casi todos los protagonistas de aquél 1950 ya caminan entre las nubes y sienten la misma añoranza por aquél Campeonato. Cada uno con sus vivencias y recuerdos. Zizinho y Friaça todavía andan preguntándose cómo pudo sucederObdulio Varela sigue sacando brillo a su Copa, dibujándoles aún hoy una sonrisa a los brasileños.Zarra ya descansa sin el peso de un gol que fue lo único que durante muchos años sólo sabíamos relacionar con un Mundial. Ramallets y Eizaguirre se funden en un abrazo. Tras sus enormes gafas negras el gran Matías Prats no pierde detalle de lo  sucedido y ya prepara su clásico micro para dar la exclusiva con esa voz irrepetible que acompañó a varias generaciones: “Antonio Ramallets ya tiene competencia en el cielo. Ignacio Eizaguirre, otra estrella en el firmamento”.

domingo, 12 de mayo de 2013

LAS LÁGRIMAS DE GUSTAVO

Publicado en el número 38 de Kaiser Football
Las lágrimas de Gustavo Poyet, imagen de aquella Recopa del 95
Vino hacia nosotros moviendo los brazos porque ya no había piernas. Su cara desencajada, el león rugiendo en su escudo y preguntándole al uruguayo si entendía cuánta felicidad le estaba llevando a esa personas. Su gesto era agradecido. A esa gente sin garganta y mil kilómetros a las espaldas. A ese club que lo sacó del anonimato del fútbol francés para hacer historia de azul y blanco. A sus compañeros. A Nayim…Al Mundo. Era el grito de la felicidad, del gracias, del para vosotros, del me lo merezco, del claro que sí, de la rabia. Era el sentir de España, Aragón, Zaragoza y su Real. Del final más increíble que se recuerda, de un gol para siempre, de una Recopa en 120 minutos. Y yo lo ví. Vino llorando como un niño intentando abrazar a todo aquél fondo. Si hubiera querido lo habría hecho. Porque corazones como el suyo consiguen lo que se proponen. Llegó a por la Copa y se la llevó. Dejando al del bigote dentro de su portería con diez mil gargantas a sus espaldas gritando sin saber muy bien porqué. Y aquél 9 que aterrizó para hacerse el mejor 8 se entregó a su gente. A esa que nunca falla. Y nos ofreció sus lágrimas, la fuerza de su interior. La misma que exhibía llegando desde segunda línea sin avisar. Con aquél estilo tan suyo. Tan peculiar. Tan llamativo.

Aquella noche está repleta de imágenes. Las que todos vimos. El golpeo sublime, la parábola de todos los tiempos, el gol definitivo. A Fernando Cáceres, al que unos malnacidos han querido dejar bajo tierra, subido a la cruceta de aquella mágica portería orgulloso de su conquista. Fuerza “Negro”. Algunos vieron a Sergi, al que atropelló la vida, megáfono en mano dejándose el alma entre los aficionados. Y a Solans padre con su camiseta jaleando emocionado a su gente. Y luego las que no vimos nadie. Ese gesto divino ayudando a trazar esa curva imposible, o empujando a Seaman al abismo mientras desde aquél fondo no dábamos crédito a lo que iba a suceder. Esa Pilarica…Pero siempre hay algo que se queda en tu retina para siempre. Y yo lo ví. A Gustavo Poyet y sus lágrimas. Y esa manera de celebrarlo. Con pasión. Con emoción. La misma que empleó para llevar a un equipo de la promoción de descenso a triunfar por Europa. Grande Gustavo.
El pasado 10/05/13, aquella Recopa se nos hizo mayor de edad. Todos hemos crecido con ella. Todos hemos cambiado. Nos mira orgullosa y nosotros a ella con preocupación. Su Real Zaragoza no pasa por buenos momentos. Aunque estos dieciocho años han dejado alguna pincelada para la historia, en la actualidad, lucha año tras año por eludir el descenso. Pero en el día de su cumpleaños ella está feliz. Muchos la miran y sueñan despiertos con aquella noche en París. Con Nayim, Cáceres y Sergi. Yo cierro los ojos y veo a Gustavo gritando a los cuatro vientos ofreciéndonos su llanto. Él llegó y en su primer año peleó por un descenso. ¿Guiños del fútbol?. No se sabe, pero me aterra tener que venir con mis nietos a verla en su 75 cumpleaños y la encuentre triste, sola y desorientada. Y no quiero. Quiero otro Poyet que me regale mil imágenes para el recuerdo partiéndose el alma y haciendo del Real Zaragoza lo que es. Grande de Europa. Gracias Gustavo.

sábado, 27 de abril de 2013

LA TRAGEDIA DE ANDRES ESCOBAR

Publicado en el número 37 de Kaiser Football
Andrés Escobar, víctima de la sinrazón del fútbol
Pero, por favor, que el respeto se mantenga... Un abrazo fuerte para todos y para decirles que fue una oportunidad y una experiencia fenomenal, rara, que jamás había sentido en mi vida. Hasta pronto, porque la vida no termina aquí... Y así, con estas palabras presas de melancolía, Andrés Escobar terminaba su artículo del 29 de Julio para el Diario el Tiempo. Un artículo que expresaba el sentir del combinado cafetero y el suyo propio tras su precipitado adiós a USA´94. Y entre sus líneas, un grito desesperado a la cordura. Un recuerdo al fútbol como un simple juego. Términos que en su país caminaban por la delgada línea de la irracionalidad y de la mano de los poderosos cárteles de la droga que tenían secuestrada la libertad del pueblo colombiano. Su selección, todavía bajo el abrazo eterno a Freddy Rincón y al recuerdo de la gloria mundialista de aquél postrero gol cuatro años antes en tierras italianas, se marchaba por la puerta de atrás. Colombia, que meses antes había goleado por 0-5 a Argentina en el Monumental de River para recibir de la opinión pública el cartel de favorito, abandonaba tierras americanas sin saber muy bien el porqué. Rincón, Asprilla, o el Pibe Valderrama veían cómo el tren de  la gloria mundialista pasaba por delante de ellos sin ni siquiera  darles la oportunidad de subirse a él. Y Andrés, desde esa carta, no girará la cara a la situación. Más bien la afrontará desde la crítica más sana y constructiva enfrentándose a la imagen de aquél balón caminando lentamente hacia la portería equivocada. Ese cruce mortal que separaba a Colombia de la siguiente fase y al defensa central de su propia vida…

Andrés Escobar llegaba en su mejor momento a aquél Mundial. En lo deportivo sólo una firma le separaba del A.C. Milán. El “Caballero del fútbol” y su eterna sonrisa estaba recibiendo los premios a una carrera recta y profesional como pocas. En lo personal estaba a punto de casarse  con su novia de 5 años y llevaba en mente la posibilidad de montar una escuela de fútbol junto a su hermano Santiago y su amigo de confianza Juan Jairo Galeano. Ese 22 de Junio de 1994, Andrés sabe que es todo o nada. Su derrota en la primera jornada por 3 a 1 ante la Rumanía de Hagi y Raducioiu les ha puesto contra las cuerdas. El ambiente previo al partido no favorece. Al seleccionador Pacho Maturana le hacen llegar una nota amenazadora para que no juegue de inicio “Barrabás” Gómez y lo haga Anthony de Ávila. Maturana quiere dimitir pero varios dirigentes le convencen para que no lo haga. El Rose Bowl a reventar y delante los entusiastas americanos. El soccer no es su fuerte pero ese es su Mundial. En el minuto 35, el americano John Harkes se interna por la izquierda. El centro que puso con su zurda era para Wynalda pero Andrés Escobar se lanza con todo para intentar interceptar el balón. La suerte le es esquiva y lo introduce en su propia portería. El balón besando las propias mallas y la imagen de Escobar tumbado sobre el césped del Rose Bowl. El partido finaliza 2 a 1 para los norteamericanos y Colombia debe dejar el Campeonato. Duro revés para una selección que con sus éxitos tapaba las miserias de un país comido por la las mafias, las apuestas y la droga.
“Gracias por tu autogol”. Esas envenenadas palabras viajaron veloces por los oídos de Andrés y cuando su cerebro comenzó a descifrar su significado, seis cobardes balas volaban ya con la misma rapidez para alojarse en su espalda y dejarlo tendido sobre el asfalto. La misma figura desparramada que diez días antes sobre el césped del Rose Bowl de Pasadena, maldecía aquél balón desviado y confundido de portería. Aquél 2 de Julio en Medellín, entre conversación y cerveza Andrés intentaba olvidar lo sucedido y dejar atrás aquél duro estrés competitivo. Juan Santiago y Pedro David Gallón decidieron insultarle y recordarle aquél error fatal. Su escolta Humberto Muñoz Castro transformó los insultos en balas. Mafias, apuestas, sicarios, drogas. O simplemente sinrazón, violencia o desprecio a la vida. La sonrisa generosa del “Caballero del fútbol” se apagaba para siempre. Al escribir aquél artículo Andrés Escobar no sabía que su vida iba a acabar un poco más allá de un Mundial. Ahora desde allá arriba, disfruta de una Colombia que ha puesto la directa para estar en Brasil 2014. Sonríe, como lo hizo siempre. Los Falcao y compañía le dan motivos para ello. Sólo les desea un poco más de suerte de la que tuvo él, y si ésta es esquiva que sigan empujando hacia adelante. Que la vida no termina allí…

LA GRENOLI

Publicado en el número 36 de Kaiser Football

Gren, Nordhal y Liedholm, la mítica GRENOLI del A.C. Milan de principios de los 50 
Carlo Parola enfila malhumorado el túnel de vestuarios. El defensa italiano de la Juventus ha perdido los nervios y ha propinado una dura patada al sueco del A.C. Milan Gunner Nordhal, que está exhibiendo su potencia y destreza goleadora ante los atónitos defensores turineses . No era un acto propio de un defensa noble y bravo como él, pero el señor Galeati, colegiado del encuentro, no lo duda por un instante y juzga la acción con el mayor posible de los castigos. El repaso sobre el terreno de juego del equipo lombardo sobre la Vecchia Signora está siendo de los que marcan una época y el tempranero 1-0 de Hansen muere asfixiado sobre la losa de los 7 tantos que uno tras otro le está endosando la delantera rossonera al guardameta local Viola. El Comunale enmudece y ve como el Milán acecha el primer puesto de una Juve que durante esa 49/50 pretende recoger el testigo del Gran Torino. Una escuadra fantástica que había fascinado al mundo durante el lustro anterior antes de convertirse en leyenda tras aquél accidente aéreo en Superga. Ese 5 de Febrero y sobre aquél resbaladizo césped turinés se daban cita dos equipos de nivel y dos escuelas nórdicas. Los daneses Hansen y Praest por parte de la Juve y el trío sueco milanista formado por Gren, Nordhal y Liedholm. El 1-7 final no deja lugar a dudas. El presidente milanista Umberto Trabattoni puede estar satisfecho de haber podido reunir en su equipo a esos tres campeones olímpicos en Londres´48 y que van a marcar una época en el club lombardo. Aquél Scudetto se lo llevará la Juve  pero tras el fantástico juego de aquél trío de oro ya se adivinaba lo que a la postre sería un dominio aplastante en el fútbol italiano por parte del Milán. Cuatro títulos durante la década de los 50 y dos Copas Latinas, predecesora de la Copa de Europa dan fe.

Todavía brillaba el oro olímpico sobre el pecho de Nordhal cuando Trabattoni lo convierte en el primer futbolista profesional de Suecia. La dorada presea y su título de máximo goleador en la cita Olímpica sedujeron al mandamás italiano para armar su equipo desde la punta asegurándose una ingente cantidad de goles. Nordhal debutará con el A.C. Milán la temporada 48/49 y bajo la presión de su presidente convencerá a sus excompañeros de selección  Gren y Liedholm para que también den el sí a Trabattoni para la siguiente campaña. “Il Profesor”, “il Bisonte” e “il Baronne” ya están juntos. Gren, Nordhal y Liedholm. La clase desde el medio campo, el cañonero implacable y la mesura y elegancia del tercero. Ante la dificultad a la hora de pronunciar sus apellidos por parte del público italiano, estos deciden coger la sílaba inicial de cada uno de sus apellidos y darnos un nombre para la historia. Nace la GRENOLI. Apoyados sobre la base de un fantástico grupo liderado desde la portería por Lorenzo Buffon los tres suecos se convierten en las estrellas del Milán sobre el césped y la scuadra rossonera pondrá fin la temporada 49/50 a 44 años de sequía. 118 goles a favor tendrán parte de culpa. Haciendo un viaje en el tiempo, el reflejo de esta época dorada rossonera lo encontraremos casi 40 años más tarde cuando tres holandeses apuntalen con su clase un equipo de por sí ya temible. Los Rijkaard, Gullit y Van Basten bien pudieron ser la GRENOLI de los 90.

El partido ha concluido y en los vestuarios del Comunale el expulsado Carlo Parola se encuentra con su amigo Gren Nordhal. Afuera todavía resuena el eco silencioso de la afición local. Los tres goles de Nordhal y los de Gren, Liedholm, Burini y Candiani han convertido en anécdota el tanto inicial del danés Hansen. La GRENOLI ha firmado una actuación memorable. Parola y Nordhal  saben que aquella violenta acción ha sido producto de los nervios y sellan con un abrazo su gran amistad desde hace unos años. Una amistad que hoy entre sonrisas “maldice” Parola. Tras haberse conocido en un amistoso en Glasgow entre jugadores de todo el Mundo, el Norrkoping equipo por aquél entonces de Gren Nordhal viajó a Turín para jugar contra la Juventus. Aquella fría tarde Parola preguntó medio en broma al sueco: -¿Porqué no vienes a jugar a Italia?. Poco imaginaba Carlo que tiempo después la portentosa actuación del goleador sueco junto a sus inseparables Gren y Liedholm le haría perder la cabeza y estaría poniendo en peligro el título para su Juventus. Esa amistosa invitación bien pudo suponer la primera piedra para la llegada de la GRENOLI a tierras italianas. Aquella fría tarde turinesa Parola deseaba que su amigo sueco del Norrkoping disfrutara del fútbol en la apasionante Italia. Aún tras aquél abrazo, su mirada al marcador del Comunale de aquél 5 de febrero parecía decir todo lo contrario. Y es que la GRENOLI se había vuelto a exhibir.

miércoles, 13 de marzo de 2013

LA TRAGEDIA DE LA PUERTA 12

Publicado en el número 34 de Kaiser Football

El pasado 12 de Septiembre de 2012 la justicia británica se abrazaba a los familiares de las 96 víctimas de la tragedia de Hillsborough. La resolución ponía fin al asfixiado grito que salió de aquel fondo de Leppings Lane en Sheffield para viajar entre lágrimas durante 23 años en los corazones rotos de familiares y amigos. Desde entonces, el monótono gris del cielo de Liverpool por fin descansa en paz y sonríe rojo de agradecimiento. En Argentina, 73 almas ahogaron su aliento a Boca en la Puerta 12 del Monumental de Núñez. Fue allá por 1968, más concretamente un 23 de Junio. La misma sinrazón, el mismo sinsentido, la misma forma de morir. Distinta resolución. Dos países tan cercanos en su pasión por unos colores. Conmigo o contra mí. Puertas de entrada de la violencia más irracional al resguardo de históricas camisetas y emblemáticos escudos. Por Inglaterra los Hooligans. Por Argentina las Barras Bravas. Tan cercanos en mucho y tan distantes en su manera de afrontar y evolucionar tras el golpe y la tragedia. Y es que todavía no está muy claro lo que aconteció aquella fría tarde en Buenos Aires sobre la cancha del Monumental de River. Más bien lo único meridiano fue lo aburrido del 0 a 0 al final del tiempo de aquella enésima edición del superclásico argentino. Un empate que suponía un nuevo paso al vacío en los nueve años de sequía de River. Aquello iba para largo. Aún les quedarán nueve más. Para la gente de Boca más que suficiente con el placer de ver sufrir al vecino Millonario. La hinchada xeneize, que poblaba el fondo de la Avenida de Figueroa Alcorta, se disponía a abandonar el Estadio henchida de orgullo por haber resistido en territorio enemigo más que por el juego desarrollado por los suyos. Gritos, júbilo y los clásicos cánticos hacia el eterno rival. Pero algo estaba fallando. Todos debían abandonar el estadio por la Puerta 12. Una bocana oscura con varios y empinados escalones. El piso húmedo y una bombillita como única guía en este tortuoso y lúgubre camino de salida. Cuando los primeros descendieron aquellos escalones y llegaron abajo, encontraron la puerta cerrada. La ingente y ruidosa masa boquense de más arriba que desconocía la situación escaleras abajo continuó su camino y comenzó a presionar a los que ocupaban aquél túnel. La puerta permanecía cerrada y el tapón humano sintió la falta de aire. El peligro se convirtió en tragedia, asfixia y horror. Montones de personas amontonadas y pisoteadas y bajo sus cuerpos un reguero de sangre. La gran mayoría jóvenes de entre 13 y 20 años. Cuando por fin se abrió la puerta la montaña humana inerte cayó hacia la calle y los cuerpos se desparramaron por Figueroa Alcorta…

Los diversos testimonios de lo que allí aconteció se enredan entre la confusión y el misterio. Unos hablan de puertas cerradas y molinetes puestos. Otros de represión policial a golpe de dictadura sobre la fatídica Puerta 12 . Por uno u otro motivo la verdad de lo que tras esa puerta aconteció se difumina con el paso de los años y la justicia queda sepultada bajo el polvo de los informes de la época. La tragedia de Hillsborough trajo consigo una reforma del fútbol inglés bajo el denominado Informe Taylor. Una serie de medidas que bajo la supervisión del gobierno modernizarán el futbol británico y lo dotará de mayor seguridad. Estadios provistos de asientos, sustitución de alambradas por vallas de seguridad, prohibición de bebidas alcohólicas, mejoras en los accesos para una rápida evacuación del estadio e instalación de cámaras de video entre otras medidas. En aquella Argentina de 1968 será la AFA la que comprará el silencio de las voces que clamaban Justicia con exiguas cantidades de dinero a cambio de la renuncia a una posible demanda a River y a la propia AFA. Dos Campeonatos del Mundo y varias dictaduras después el fútbol argentino no ha aprendido. Más bien continúa en su espiral de delirio y violencia. Las Barras Bravas gobiernan las canchas a punta de pistola, perfectamente organizadas al amparo del poder y la corrupción y la vida de un espectador vale menos que un ticket de entrada al Estadio. En Inglaterra homenajes continuos a los 96, justicia y un presidente pidiendo perdón 23 años después. En Argentina un cambio de nombre a la puerta maldita y una pequeña placa son el único recuerdo de la tragedia.

Cuentan que en ocasiones se oyen golpes desde el interior de la Puerta 12 del Monumental de River. Al abrirla no encuentran a nadie. Sólo una empinada escalera, la luz tenue de una pequeña bombilla y en la lejanía algún grito de aliento a Boca entre desgarradoras voces de auxilio. Esas 73 voces que cada 15 días viajan desde el cielo a La Bombonera para mezclarse en el fondo de La 12 de Boca para animar sin descanso. Se cansaron de pedir justicia. Se conforman con que aquello no vuelva a suceder. Con que se tomen las medidas para que su Argentina se divierta con un fútbol civilizado que ellos no pudieron disfrutar. Hillsborough fue el principio en Inglaterra. Esperemos que en Argentina no haya que esperar a una nueva fatalidad. Que la tragedia de la Puerta 12 se quede en el penoso recuerdo de una tarde de Junio del 68 de un país que se apasiona con el fútbol como ningún otro en el mundo.

miércoles, 6 de febrero de 2013

SÓCRATES, EL MITO INOLVIDABLE

Publicado en el número 31 de Kaiser Football
Sócrates no jubaba para ganar sino para que jamás le olvidaran 
“No hay que jugar para ganar sino para que no te olviden”. Y lo consiguió. Porque por mucho que Paolo Rossi los sacase de aquél Mundial y que Tardelli gritara al mundo para levantar de su asiento al mismo Sandro Pertini, el recuerdo de aquél Brasil del 82 permanece latente en la mente de muchos aficionados. El dueño de esa frase es Sócrates. Y yo, que por aquél verano disfrutaba de mi primer Mundial con cierto conocimiento de causa me fijé en él. Había oído hablar de Brasil. De su fútbol y su historia. De Pelé y de Garrincha. De su escudo imperial y su “Ordem e Progresso”. Pero aquella estampa me impresionaba. 194 centímetros de líder apoyados sobre dos pedestales de 37 centímetros. Larga cabellera enredada, barba cerrada y el brazalete ajustado sobre aquella canarinha ceñida que fácilmente mostraba los efectos del calor de aquél verano mundialista. Y un nombre que seducía por la sola fuerza de sus sílabas. SÓCRATES. Un líder puro, uno de los mitos de mi niñez. Una niñez que buscaba en otros lugares los referentes que no le ofrecía un fútbol patrio que cabalgaba huérfano a lomos de la furia de los Lopez Ufarte, Satrústegui y Camacho. Unos ídolos que los niños de hoy encuentran en Iniesta y su Mundial para Jarque.

Sócrates concebía el juego desde el arte. De una rapidez mental fantástica hacía del primer toque una de sus virtudes y del tacón una de sus señas de identidad. Aparecía para comenzar la jugada y en el área contraria para acabarla. Lo abarcaba todo. El viejo Sarriá puede dar testimonio en uno de los partidos de todos los tiempos. El día que la belleza plástica del fútbol brasileño, con su anarquía y sus alegrías defensivas, decía adiós al que estaba destinado a ser su Mundial. Y de esa manera entrar de facto en el libro del mejor fútbol sin premio. El de la Hungría de Puskas y la Holanda de Cruyff. Aquella tarde el 8 la enganchó en medio del terreno todavía en campo propio. Avanzo por la zona derecha de su ataque, se apoyó en Zico y con su zancada elegante y soberbia se adentró en el área sin avisar para decirle al italiano Zoff que la iba a cambiar de palo y acabar colándosela por el corto. La imagen del portero en el suelo, desconcertado, la cal levantádose al paso del balón bajo los tres palos y su inolvidable puño en alto se mueven todavía en mi memoria.. Pero no fue suficiente. Brasil abandonó ese Mundial y también bajo su capitanía el del 86. La “saudade” le impidió triunfar en la Fiorentina y forzó su vuelta a Brasil. Pero no le importó. Ni a él ni a su mito en construcción. El ya había triunfado. Desde el día que consiguió licenciarse en Medicina para ser el Doctor Sócrates y desde el fútbol, la expresión del arte que rebosaba, pudo alzar el altavoz de su compromiso social a favor de los más necesitados y de las injusticias más evidentes. Reivindicaciones constantes desde el césped, dónde sabía su trascendencia y significado. Mensajes de compromiso en las cintas que frenaban el sudor de su frente. Ejemplos de libertad para un país que por aquellos 80 sufría la dictadura de Joao Baptista Figueiredo. Será en su Corinthians donde liderará la “Democracia Corinthiana”. En el “Timao” todo se decidirá bajo el consenso de todos los que formaban el club. Desde el presidente al utillero. Todo se someterá a votación. Desde el horario de los entrenamientos a la elección del entrenador. Una democracia que Sócrates añoraba para su país y que consiguió en 1985.

El fútbol ha cambiado mucho desde entonces. Ahora podemos encontrar desde auténticos atletas hasta implacables goleadores que descerrajan goles a ritmo de récord. Jugadores fantásticos y dechados en técnica y precisión. Futbolistas anuncio esclavos de la moda y marionetas en manos de representantes más conocidos que sus representados. Jóvenes forrados y en su mayoría poco comprometidos con la cruda realidad social actual. Por eso Sócrates es diferente . Poseía una inmensa clase, pero su carrera no hablará de grandes victorias de cortó ni de importantes clubs que dieran lustre a su curriculum. Y aún así será recordado como uno de los más grandes. Porque desde el compromiso social, la cercanía a los más necesitados y la lucha por la democracia llevó la imagen del futbolista un paso más allá. Porque alguien que elige cómo quiere morir y lo consigue solo puede ser un mito. “Quiero morir en domingo y que Corinthians levante un título ese día”. Y él lo consiguió. Aquél 5 de Diciembre de 2011, horas después de que sus problemas con el alcohol lo apartarán de la vida el Corinthians levantaba su quinto Brasileirao. Por eso y porque aquella estampa bajo el sol justiciero del viejo Sarriá que entonces me impresionaba, todavía vive en mi memoria. La estampa del Doctor Sócrates. No jugaba para ganar, sino para que no lo olvidáramos. Y no lo hacemos.

sábado, 26 de enero de 2013

DENNIS BERGKAMP, VICTIMA DE SUS MIEDOS

Publicado en el número 30 de Kaiser Football
El miedo a volar marcará la carrera del gran Dennis Bergkamp
La temporada no ha sido fácil y Dennis lo sabe. Pusieron todo sobre el verde pero finalmente no pudieron dar caza al PSV de Guus Hiddink y tuvieron que conformarse con el subcampeonato, tres puntos por debajo de los de Eindhoven. Sus trece goles han quedado lejos de los diecinueve con los que el brasileño Romario da Souza ha hipnotizado al público holandés para alzarse como máximo goleador. Esta 88-89 es la segunda temporada en la que ha tenido que enfundarse el traje de líder ajacied y en ese papel se encuentra cómodo. Son ya dos años sin Marco Van Basten que marchó a Milán para acabar de construir en San Siro el mito que comenzó sobre el vetusto De Meer, y el primero sin su mentor Johan Cruyff de vuelta ahora como técnico a Barcelona. Dennis Bergkamp tiene la difícil misión de hacerlos olvidar. A golpe de goles intenta erigirse en el faro de un Ajax que quiere arrebatar al PSV el liderazgo perdido en el fútbol tulipán. Tiene 20 años y un carácter introvertido, pero le acompañan un portentoso físico y unas condiciones técnicas innatas. No ha sido un año fácil, no. Pero el 7 de Junio de ese 1989 algo va a hacer que se convierta en una temporada para olvidar. Bergkamp recibe una fatal noticia. El avión que transportaba al equipo del Colourfull-11 integrado por futbolistas profesionales holandeses de origen surinamés, antigua colonia holandesa, se ha estrellado en Paramaribo, capital de Surinam, cuando se disponían a aterrizar para jugar varios partidos amistosos contra equipo locales. 176 muertos, 14 de ellos integrantes del equipo. Y entre los fallecidos su compañero, el portero reserva Lloyd Doesburg, siempre a la sombra de Stanley Menzo. El golpe es tremendo para el fútbol holandés en general y para el joven Bergkamp en particular. Le costará sobreponerse y afectará a su carrera deportiva…

Sus siguientes buenas temporadas harán que lo grandes de Europa se peleen por sus servicios. Y cuando todo parecía estar hecho con el F.C. Barcelona, Bergkamp decide acompañar a su amigo Jonk y firmar en el verano de 1993 con el Inter de Milán. Él mismo reconocerá con el tiempo que fue el gran error de su carrera deportiva. En el Camp Nou le esperaban Johan Cruyff y un equipo que conquistaba España y Europa enamorando con su juego. La difícil competencia en la delantera de un Barça ganador, la posibilidad de ganar más dinero en Italia o simplemente saber que en Milán estaría acompañado de su amigo de la infancia y compañero en el Ajax Wim Jonk, hicieron al rubio holandés decidirse por el equipo italiano. Pero la idiosincrasia del fútbol transalpino con sus férreas e impenetrables defensas fueron un muro difícil de superar para Bergkamp. Eso unido a una pésima relación con la prensa italiana y los técnicos y dirigentes neroazzurros le llevaron a buscar a finales de la 94-95 una salida a aquél infierno milanés que estaba frenando de forma nítida su imparable progresión. Pero antes de relanzar de nuevo su carrera en Inglaterra, un nuevo suceso aéreo ésta vez en primera persona, marcará para siempre su futuro. Y es que con el recuerdo siempre presente de la tragedia del Colourfull-11, el avión que le transportaba durante un vuelo interno por Estados Unidos junto a la Selección Oranje durante el Mundial de 1994 sufrió serios problemas en su aterrizaje. Presa del pánico un periodista holandés que viajaba junto a la expedición alertó sin fundamentos de la existencia de una bomba en el interior de la nave, lo que produjo un mayor nerviosismo entre los viajeros. Para Dennis este suceso activará una profunda aerofobia y a partir de entonces subirse a un avión le resultará un auténtico calvario. Sudores fríos, brazos agarrotados y la tragedia del Colourfull-11 en su cabeza. Será el Arsenal el que lo saque del Inter de Milán y le dé una segunda oportunidad. De la mano de Wegner volverá a sonreir. Goles, títulos y un Arsenal el de "los invencibles" que gobernará el fútbol de las Islas de la mano de los Henry, Pirés y el propio Bergkamp. Pero cuando los Gunners se lanzaban a la conquista de Europa tendrán que prescindir del holandés en multitud de ocasiones. La situación geográfica de las Islas Británicas pondrá de manifiesto más veces de lo normal su fobia a volar. Y si en ocasiones la solución consistía en partir dos ó tres días antes en coche hacía el destino europeo de turno para reunirse allí con sus compañeros, destinos como Madrid ó Moscú convertían en imposible el viaje por carretera. De esta forma Bergkamp incluyó una clausula en su contrato que le eximía de este tipo de partidos. Así privó a numerosas noches europeas de fantásticos goles y una inmensa calidad. La misma con la que inundaba los estadios ingleses. Su maestro Van Basten salió de la Eredivise para triunfar en un gran campeonato y conquistar Europa. Bergkamp le imitó en lo primero pero su miedo a volar cercenó las alas de su triunfo europeo.

Cuando Bergkamp repase su carrera tendrá motivos para sonreir. Las casualidades de la vida quisieron que su padre eligiera su nombre por el fantástico delantero del United de los 60 Denis Law, el escocés volador. Que su antecesor en la delantera del Ajax, se levantara y volara para fabricar remates imposibles. Que Cruyff, su padrino en los banquillos fuera conocido como el holandés volador. Y que él padeciera una insoportable fobia a volar. Sabe que ha sido víctima de sus miedos pero también que con los pies en la tierra, dibujando controles imposibles y liderando con sus goles hizo volar a la afición gunner para convertir a su equipo en una de las mejores escuadras de todos los tiempos.

viernes, 18 de enero de 2013

A UN INGENIOSO HIDALGO DEL BALON



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Un día me sentí Sancho Panza. Y no porque bajo aquella camiseta arlequinada se escondiera una prominente barriga. Mis 16 años no invitaban a ello. Sino porque a mi lado, sobre el punto de cal que delimitaba ambos terrenos y con sus tacos pisando el balón se encontraba aquél singular Don Quijote que me acompañaba en la delantera de aquél equipo de barrio. Como armadura un catálogo de huesos desordenados y por corcel un inagotable talento de futbolista de calle hacian de aquél chaval un tipo diferente. El atrevido oponente acababa de darnos un revolcón y antes de reanudar la batalla, allí sobre el punto central, giró desafiante su mirada sobre el rival ya formado, la volvió hacia mí y con aquellos ojillos inquietos me miró para hacer volar su imaginación junto a la mía:
-"Vámonos tú y yo con la pelota hasta la portería contraria."- me dijo.
Donde yo veía un infranqueable ejército de camisetas contrarias, aquél Ingenioso Hidalgo sólo veía gigantes que derrotar a golpe de engaño y regate. Él sabía que lo podía hacer. Era su manera de entender este deporte. Desafíos constantes desde la fragilidad de su famélica constitución. Retos a lo imposible desde la locura de su imaginación. Y detrás del balón y bajo ese pelo alborotado una persona humilde y entrañable con la que me entendía a las mil maravillas. Tocó el balón y yo lo retrasé hacia un compañero para sacar de un plumazo a mi Quijote de su delirio…

Casi 20 años después en mi equipo de amigos de siempre las barrigas dibujan más de un Sancho Panza y las armaduras chirrían oxidadas víctimas del paso del tiempo. La casualidad ha hecho que vuelva a compartir vestuario con aquél Quijote que conocí de chaval en un equipo de barrio. Aquella frágil figura deja paso a formas ahora redondeadas y sus cabalgadas terminan con un hilo de voz en busca de la anhelada sustitución. De vez en cuando coincidimos en el punto central tras un gol en contra y parece que no haya pasado el tiempo. Yo sigo viendo rivales donde él ve gigantes. Su mirada transmite sensaciones de antaño y aunque no me lo diga yo sé que en su imaginación está librando batallas imposibles para superar ese gol en contra. Arranca, se frena, la enseña, la esconde y la entrega a la red para volver a igualar el marcador. Pura magia. La vida le sonríe y eso es lo que más disfruto. Cuando acaba la batalla, cierra su libro de aventuras, y entre cigarrillo y cerveza se vuelve a convertir en la maravillosa persona que un día conocí. Aquél caballero de la triste figura que un día me hizo sentir su fiel escudero.