lunes, 15 de agosto de 2011

HISTORIAS DE MAGOS Y LEONES

Tardelli y su gol a Alemania en el Bernabeu
Vestían de Adidas. Sí, la Adidas del trébol, la original. La que en la actualidad los amantes de lo retro dan sus brazos y gran parte del papel con valor de sus billeteras por una de ellas. La ropa, ceñida como una segunda piel, mostraba los cercos del esfuerzo realizado por unos semidesconocidos, deseosos de darse a conocer ante el gran público. Mientras que la pobreza marcaba los rostros de unos, peinados afro poblaban las cabezas de los otros. Venían del centro de sus continentes. Eran El Salvador y Camerún. Unos vivían envueltos en guerrillas. Otros progresaban lentamente tras más de 20 años de ansiada independencia. Y bajo el sol patrio, nuestro Mundial. El del 82.

El pasado 10/08/11 iban a enfrentarse en el Coliseum de Los Angeles El Salvador y Camerún, aunque finalmente el partido no pudo disputarse por problemas con los visados cameruneses. Han transcurrido casi tres décadas desde que ambas selecciones compartieran estancia en un Mundial en el que el mayor atractivo con el que contaban era el exotismo que emanaba su presencia, con dos conceptos diferentes sobre el fútbol, aunque con el trabajo y el esfuerzo en la vida por bandera. El toque y la pausa centroamericana, sólo hecha añicos cuando, bajo el incisivo sol del Levante español, Jorge González miraba cara a cara al Rico Pérez y al Nuevo Estadio de Elche y decidía que hora de divertirse. Pegaba la pelota a sus pies, y encima de estos, dos finas batutas comenzaban un macabro truco de engaños y mentiras, de arranques y parones, de los que el Mago salía airoso con la pelota entre sus pies, camino de una nueva actuación. Mientras eso sucedía, el futuro le reservaba una plaza en nuestra Liga en el único equipo capaz de entender una idiosincrasia como la del Mágico, el Cádiz. Bajo tierras gallegas, la fuerza africana. Un don intrínseco al hombre de color al que a menudo unía el orden europeo al que le sometió el francés Jean Vincent desde el banquillo. Y entre fuerza y orden dos mitos, uno en la punta y otro bajo los tres palos, comenzaban a forjar sus leyendas sobre el pasto de Balaidos y Riazor. Roger Milla delante. TomyKono detrás. El primero delineaba los primeros trazos de esa romántica historia de un León Indomable que desafió a un cazador llamado tiempo y al que derrotaría 12 años después con su gol a Rusia en USA´94, rubricando esa historia con su firma en el libro de oro del balompié mundial. El segundo para ver cómo en una tierra de meigas, la magia del fútbol convertía un León de piel negra en un periquito de plumas blancas y azules que volaría hacia el barrio barcelonés de Sarriá tras sus formidables vuelos y zarpazos ante peruanos, polacos e italianos. Mientras que Mágico formaría parte del once del Mundial y estamparía su firma en un club Europeo, su equipo navegaba a la deriva y naufragaba partido tras partido en esta su segunda participación mundialista tras Mexico´70. Hungría obligó a Luis Guevara a recoger hasta 10 veces el balón de las redes salvadoreñas para poder continuar el partido. En cambio los esforzados africanos, en su presentación futbolística al mundo, consiguieron tablas en los tres partidos e hicieron pensar a los favoritos transalpinos que este no era su Mundial. Días después, desde Yaoundé, verían a Tardelli gritar GOOOL al mundo en aquella fantástica final del Bernabéu.

29 años más tarde los rumbos de ambas selecciones son tan divergentes como los caminos que tomaron las vidas de sus estrellas. La presencia de "la Selecta" en una cita importante es una quimera aunque Mágico sigue siendo el más grande en El Salvador. Y en Cádiz. Nunca sabremos si, caso de haber respetado la disciplina de este deporte, podría haber compartido silla en el Olimpo de los Dioses del balón de cuero. Pero no habría sido Mágico. Ser como era y como es, agranda su leyenda. Jugar por diversión. Rendir cuentas a tu talento, no a tu ego. Recibe homenajes, da su nombre a estadios pero paralelamente su vida cabalga de manera anónima en la búsqueda de la felicidad a lomos de uno de sus principios: -"Mi obsesión fue ser feliz sin pisar a nadie"- Casi tres décadas después, en la tierra de la eterna esperanza del fútbol africano, los niños de Camerún intercambian los cromos de sus compatriotas repartidos por las mejores ligas europeas, mientras su selección aparece siempre en las quinielas de equipo revelación en las citas mundialistas. N´Kono continúa ligado al futbol profesional como entrenador de porteros en el equipo que le trajo de la mano a nuestro país, el RCD Español, y el eterno Milla ocupa cargos ministeriales, representa a importantes organismos internacionales y en su vida diaria transmite la misma alegría que cuando celebraba sus goles.

En las calles de San Salvador y Yaoundé los niños juegan. En la capital salvadoreña los nuevos magos regatean las balas de las Maras pandilleras. En el país africano Los Leones ahora visten de Pumas y su torsos mojados ya no se perciben tras los nuevos tejidos. Para unos González es un apellido mítico, de otra época. Los otros quieren ser Eto´o. Pero a pesar de sus diferencias, lo que esos niños no saben es que durante el verano de 1982, unos señores de peinado afro y camisa con trébol junto a otro que llamaban y llamarán el Mágico, pusieron a sus humildes países en el mapa del fútbol mundial. Eso fue en España, al calor de aquellas tardes de verano.

domingo, 7 de agosto de 2011

CUANDO QUERIA SER UN GUERRERO...


Estaba sólo dentro de ese vestuario. El olor era fuerte y junto a los bancos el suelo estaba repleto de vendas, tiritas, botes y parches de todo tipo. Todavía se respiraba humedad en el ambiente y aún resonaban los ecos de la batalla que allí se había librado. En la pizarra lineas y flechas que subían y bajaban y nombres ilegibles que intentaban componer el dibujo de la victoria. Y en la camilla, todavía dibujada la silueta del último guerrero herido. Un señor con un enorme cesto se sorprende al verme allí y sonriendo me pide el balón que ya casi ni me acordaba que llevaba entre mis manos. Lo guarda junto al resto y pasando su mano sobre mi cabellera, señala uno de los bancos y me pregunta si me gustaría ser futbolista. Salgo de mi sueño y vergonzoso asiento con la cabeza y marcho corriendo en busca de mis hermanas. Era el vestuario de uno de los equipos que entrenaba mi padre. No recuerdo si el encuentro fue bueno ó malo. Ni tan siquiera cuál fue el resultado. Sólo se que eso lo hacía a menudo y forma parte de mis recuerdos. Recuerdos en los que yo quería ser un guerrero de otro tiempo que luchara a brazo partido cada 7 días durante 90 minutos...