lunes, 19 de noviembre de 2012

BUBAMARA, FUTBOL A ESPALDAS DE UNA GUERRA

Publicado en el número 27 de Kaiser Football
Pedrag Pasic, impulsor de la paz a través del fútbol
En Sarajevo se respira paz. Una palabra que no hace tanto esquivaba las balas del horror y yacía sepultada bajo los escombros de un genocidio sinsentido. La ciudad va ganando parte de la autoestima perdida y se va reconociendo frente a un espejo en el que todavía se refleja la silueta recortada de edificios mutilados y carreteras destrozadas. Ha sido duro, sí. Muchos, los que escaparon al horror de una muerte segura, se marcharon de Bosnia para siempre, en un éxodo tan obligatorio como vergonzoso. Otros se quedaron fusil en mano y algunos pocos para ayudar con las únicas armas de su voluntad y el cariño a una tierra. Entre estos últimos encontramos a Predrag Pasic, ex jugador bosnio de la década de los 80, natural de Sarajevo e internacional mundialista en España´82 con Yugoslavia. Elegante centrocampista, jugó durante una década en el FK Sarajevo, para más tarde probar suerte en la Bundesliga, primero en el VfB Stuttgart y más tarde en el Munich 1860, donde dio por concluida su carrera. Corría 1988, y Predrag decidía que era hora de colgar las botas y regresar a su país. Tiempo libre, balón aparcado y una vieja aspiración le llevan a abrir una galería de arte, su gran pasión. Pero en 1992 estalla la guerra de Bosnia y la violencia, el horror y la locura de aquél conflicto sacuden su conciencia. Son momentos difíciles que le invitan a tomar el camino más fácil, abandonar Sarajevo. Pero Predrag decide quedarse. El ha crecido allí. Sobre el césped del Estadio Kosevo y pateando un balón se hizo futbolista y persona. Por eso piensa en los niños de su ciudad y en la pelota como medio para superar aquél dolor y falta de alegría que la guerra ha traído a los más pequeños. Quiere también para ellos la oportunidad de una infancia al margen del odio y la intolerancia y para eso funda en 1993 la Escuela de Fútbol Bubamara. Un centro deportivo que a través del fútbol protega la inocencia de unos niños cuyos ojos no están preparados para el salvajismo de un conflicto cruel. Sea cual sea su lugar de procedencia o ideología, Pasic quiere reunir allí el mayor número posible. Radio Sarajevo lo anuncia a toda la ciudad y en poco 200 niños ya están apuntados. Llegan de todas partes de Sarajevo. Burlan puentes vigilados por francotiradores. Abandonan los sótanos familiares convertidos en improvisadas trincheras. Y allí en Bubamara les esperan Pasic y cientos de niños como ellos. En nada llegan a 300. Durante el tiempo que pasan allí juntos disfrutan del fútbol y los únicos disparos que oyen son sus tiros a puerta. En esas horas, sus miradas al cielo buscan cabecear los certeros centros de un compañero y no el amenazante ruido del motor de un bombardero serbio. Tras las redes de aquellas porterías de Bubamara se encuentra la cruda realidad de una guerra que ellos ignoran felices entre goles y libres directos. Es el objetivo y la apuesta personal del valiente Pasic. Que a través del fútbol aquellos niños encuentren en Bubamara el espacio de convivencia y respeto que fuera de allí los tanques y las ametralladoras les habían arrebatado.

En 1995 la guerra terminó. En la Bosnia actual, los niños de las escuelas de Pasic golpean con brío sus balones. Son ya más de 5000 repartidos hasta en 5 centros diferentes por todo el país. El fútbol bosnio va asomando su cabeza entre la élite del balompié europeo y sus estrellas buscan acomodo entre las mejores ligas del continente. Entre ellas la del delantero Edin Dzeko es la que más brilla. Formado en las filas del Zeljeznicar Sarajevo, rival antagónico del FK Sarajevo de Pasic, el destino le llevó a probar suerte en el FK Teplice checo que en su primer año allí cede a un todavía inexperto Dzeko al FK Usti nad Labem de la segunda checa. De vuelta al FK Teplice una espectacular temporada llama la atención del Wolfsburgo alemán que lo incorpora a sus filas. Tres grandes campañas con título de la Bundesliga incluido avalan su fichaje durante el verano de 2011 por el nuevo rico de las Islas Británicas: el Manchester City. En el vestuario citizen comparte éxitos con compañeros de varias nacionalidades. Franceses, belgas, argentinos, cameruneses, rumanos, españoles…y un serbio, Aleksandar Kolarov con quien Dzeko comparte algo más que una amistad. Dos niños de la guerra a los que el fútbol ha unido en Inglaterra. Dos hombres que han aprendido a valorar a las personas por encima de sus ideas y han forjado una relación más allá del City of Manchester. A menudo Dzeko se deja caer por su Sarajevo natal. Allí ha construido una espectacular casa y es el orgullo de todo un pueblo. El diamante, como lo conocen sus más allegados, disfruta de su gente y pelea en el Estadio Kosevo por poder llegar a defender a su país en un Mundial. A la salida de alguno de esos encuentros desea poder saludar a Predrag Pasic. Y allí, con el eco de la hinchada bosnia todavía resonando en sus oídos y el cuerpo dolorido por el esfuerzo realizado poder explicarle su vida en Inglaterra, la pasión de sus aficionados, el título de la Premier conquistado, la Torre de Babel de su vestuario…y el orgullo de su amistad con un serbio. Allí, junto al monumento a los hinchas del FK Sarajevo caídos en la guerra, poder volver a darle las gracias por aquellos años en Bubamara. Cuando el pequeño Dzeko cogía su balón, abandonaba su trinchera familiar, se unía a otros 300 como él y entre goles y libres directos aprendía los valores de la convivencia y el respeto al prójimo mientras fuera de allí el fuego cruzado de la intolerancia y el horror mutilaba y destrozaba una ciudad que hoy respira en paz.
 
 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

ROBERTO MARTÍNEZ, ABRIENDO PUERTAS

Publicado en el número 26 de Kaiser Football
Robero Martínez triunfa como técnico en Inglaterra
Swansea. 3 de Mayo de 2003. Última jornada de la Football League Division 3. El tercer y agónico último silbato del señor Mathieson deja para siempre, inamovible, aquél 4-2 que brilla en lo alto del marcador y que torna en alivio el gesto angustioso de una afición que se precipitaba sin remisión hacia un descenso casi anunciado. La alegría se desborda en el vetusto Vetch Field de Swansea. En el verde el capitán Roberto Martínez se abraza a James Thomas. Sabe que el hattrick del punta ha sido vital para levantar aquél inquietante 1-2 favorable al Hull y que al filo del descanso apartaba a los galeses del fútbol profesional británico. Desde el banquillo, la mirada de Brian Flynn lanza un gesto cómplice al mediapunta español. Guiño y puño en alto, gesto inequívoco de victoria. Objetivo conseguido. Manager y jugador saben que su apuesta en Enero de aquél año ha resultado ganadora. El primero porque dotaba a su equipo en apuros de un jugador con la experiencia necesaria para ese tipo de situaciones. El segundo, amigo de las emociones, porque al abandonar el Walshall sabía que se embarcaba en el excitante reto de intentar salvar del descenso al equipo galés y quién sabe si de su desaparición. Y esa aventura a sus 29 años no la podía dejar escapar…

Aquella épica victoria supuso un punto de inflexión para el Swansea City. Roberto era feliz y capitán general de un equipo que sólo quería mirar para arriba. Sabía del respeto del fútbol inglés y lo quería saborear. Un respeto que se estaba ganando a pulso desde que aquél día de 1995 abandonó España y decidió emprender la aventura de su vida fichando por el Wigan inglés. Desde la mediapunta, su clase y pundonor robaron el corazón del aficionado latic, que en 2005 no dudo en nombrarle mejor jugador de su historia. Pero él sabe que el mundo del fútbol no suele ser agradecido. El resultadismo tiene la memoria corta y los oídos vagos para recibir el eco de batallas épicas recientes. Se alimenta de malas rachas y ni el singular fútbol inglés, amigo de entrenadores eternos, se libra de su crueldad. Y encuentra en los técnicos su manjar favorito. En Swansea, a mitad del siguiente ejercicio, Brian Flynn es empujado al abismo de la destitución. Y aunque con la llegada de Kenny Jacket el club consigue dos ascensos, el de Balaguer pierde la confianza del nuevo técnico y el brazalete de capitán pierde fuerza en su brazo hasta desaparecer. Corre la 2005/2006, son tiempos difíciles y aunque Roberto se resiste a abandonar la nave galesa finalmente opta por enrolarse en el Chester de la Ligue Two. Se le apaga el fútbol y quiere que sus últimos destellos sean a pie de césped y no acomodado en el frío asiento de un banquillo galés. Pero la profesionalidad y carácter del español habían dejado huella en Swansea y cuando durante la 2006/2007 al míster Jacket le vienen mal dadas, el club piensa en Roberto para enderezar el rumbo y acabar la temporada sin sobresaltos. No le quieren ver de corto, sino con ese impoluto traje que todavía pasea junto a los banquillos de los mejores estadios ingleses. La decisión no es fácil. A un lado acabar con toda una vida en la hierba tras un balón. Al otro comenzar la página en blanco de una excitante carrera entre pizarras, alineaciones y ruedas de prensa. Tiene 33 años y decide que como en Enero de 2003 es hora de volver a hacer historia. En la 2007/2008, su primer año completo, aúpa al Swansea City a la Championship y se queda en la siguiente a un paso de la gloria de la Premier League. Cuando el Wigan llama a su puerta, Roberto Martínez no puede decir que no. Allí se dio a conocer como futbolista y allí quiere crecer como entrenador. A pesar de su corta carrera en los banquillos el club conoce su valentía, seriedad y profesionalidad y apuesta por él. Su gran trabajo allí no está pasando desapercibido. Alex Ferguson ya ve en él al joven escocés que hace casi tres décadas llegó al Teatro de los Sueños para convertirse en leyenda…

Swansea. 20 de Octubre de 2012. El viejo Vetch Field perdió la batalla del tiempo y los cisnes galeses disfrutan ahora de su nuevo Estadio Liberty. Swansea y Wigan ya no buscan el pelotazo en cielo británico peleando por un ascenso soñado. Ahora intercambian caricias a un balón que agradece la llegada de aire nuevo al fútbol de las Islas. Comparten Premier League, gusto por el buen fútbol y tienen cita en el día de hoy. En las filas locales, la diáspora futbolística española ha colocado al asturiano Michu en la mediapunta del once galés. Llegador letal, con la fuerza de un rayo, exhibe una zancada tan poderosa como controlada a la hora de asociarse. Exuberante en las formas alimenta el imborrable recuerdo del uruguayo Poyet, referencia de llegadores sin avisar, si acaso el liderazgo del charrúa sea un reto a alcanzar todavía por el asturiano. Su fulgurante comienzo goleador rompe las palmas del entusiasta aficionado local. Pero hoy otro español va a robar a Michu una de esas ovaciones. Cuando el míster del Wigan asome su cabeza desde vestuarios camino del banquillo visitante, el agradecido aficionado galés a buen seguro le abrazará en un aplauso eterno. En aquél Mayo de 2003, mientras un imberbe Miguel Pérez Cuesta descontaba los días para su debut con el Real Oviedo, lejos de allí, Roberto Martínez se acababa de partir el alma para que el Swansea de Michu no desapareciera. Hubo un tiempo en el que un jugador español en Inglaterra era como un hooligan sin cerveza. Rara avis. Pero Roberto se la jugó, abrió la hermética puerta de aquél fútbol y se coló para quedarse. Le llamaron Bob, desde los tres cuartos pidió la pelota y empezó a trazar la silueta de un futbolista español que pedía un hueco entre ellos. Otros completaron esos primeros trazos pero aquella puerta ya estaba abierta de par en par para que el hombre del fútbol español, de corto o de impecable traje, entrara y aportara su clase en aquél fútbol de ida y vuelta. En aquél Mayo de 2003 una mirada cómplice del banquillo galés a su mediapunta agradecía aquellos meses de duro trabajo por la salvación. Hoy, Octubre de 2012, la cómplice mirada va de la mediapunta al banquillo del equipo rival, el Wigan. La mirada que envuelta en el aplauso agradecido del aficionado galés bien podría tributar Michu al gran Roberto Martínez. La del exitoso llegador moderno al del que llegó en tiempos difíciles para hacerse un nombre y abrir las puertas por las que ahora el asturiano, entre tantos otros, penetra exuberante, golea y sitúa al futbolista español entre lo mejor de la Premier.