miércoles, 6 de febrero de 2013

SÓCRATES, EL MITO INOLVIDABLE

Publicado en el número 31 de Kaiser Football
Sócrates no jubaba para ganar sino para que jamás le olvidaran 
“No hay que jugar para ganar sino para que no te olviden”. Y lo consiguió. Porque por mucho que Paolo Rossi los sacase de aquél Mundial y que Tardelli gritara al mundo para levantar de su asiento al mismo Sandro Pertini, el recuerdo de aquél Brasil del 82 permanece latente en la mente de muchos aficionados. El dueño de esa frase es Sócrates. Y yo, que por aquél verano disfrutaba de mi primer Mundial con cierto conocimiento de causa me fijé en él. Había oído hablar de Brasil. De su fútbol y su historia. De Pelé y de Garrincha. De su escudo imperial y su “Ordem e Progresso”. Pero aquella estampa me impresionaba. 194 centímetros de líder apoyados sobre dos pedestales de 37 centímetros. Larga cabellera enredada, barba cerrada y el brazalete ajustado sobre aquella canarinha ceñida que fácilmente mostraba los efectos del calor de aquél verano mundialista. Y un nombre que seducía por la sola fuerza de sus sílabas. SÓCRATES. Un líder puro, uno de los mitos de mi niñez. Una niñez que buscaba en otros lugares los referentes que no le ofrecía un fútbol patrio que cabalgaba huérfano a lomos de la furia de los Lopez Ufarte, Satrústegui y Camacho. Unos ídolos que los niños de hoy encuentran en Iniesta y su Mundial para Jarque.

Sócrates concebía el juego desde el arte. De una rapidez mental fantástica hacía del primer toque una de sus virtudes y del tacón una de sus señas de identidad. Aparecía para comenzar la jugada y en el área contraria para acabarla. Lo abarcaba todo. El viejo Sarriá puede dar testimonio en uno de los partidos de todos los tiempos. El día que la belleza plástica del fútbol brasileño, con su anarquía y sus alegrías defensivas, decía adiós al que estaba destinado a ser su Mundial. Y de esa manera entrar de facto en el libro del mejor fútbol sin premio. El de la Hungría de Puskas y la Holanda de Cruyff. Aquella tarde el 8 la enganchó en medio del terreno todavía en campo propio. Avanzo por la zona derecha de su ataque, se apoyó en Zico y con su zancada elegante y soberbia se adentró en el área sin avisar para decirle al italiano Zoff que la iba a cambiar de palo y acabar colándosela por el corto. La imagen del portero en el suelo, desconcertado, la cal levantádose al paso del balón bajo los tres palos y su inolvidable puño en alto se mueven todavía en mi memoria.. Pero no fue suficiente. Brasil abandonó ese Mundial y también bajo su capitanía el del 86. La “saudade” le impidió triunfar en la Fiorentina y forzó su vuelta a Brasil. Pero no le importó. Ni a él ni a su mito en construcción. El ya había triunfado. Desde el día que consiguió licenciarse en Medicina para ser el Doctor Sócrates y desde el fútbol, la expresión del arte que rebosaba, pudo alzar el altavoz de su compromiso social a favor de los más necesitados y de las injusticias más evidentes. Reivindicaciones constantes desde el césped, dónde sabía su trascendencia y significado. Mensajes de compromiso en las cintas que frenaban el sudor de su frente. Ejemplos de libertad para un país que por aquellos 80 sufría la dictadura de Joao Baptista Figueiredo. Será en su Corinthians donde liderará la “Democracia Corinthiana”. En el “Timao” todo se decidirá bajo el consenso de todos los que formaban el club. Desde el presidente al utillero. Todo se someterá a votación. Desde el horario de los entrenamientos a la elección del entrenador. Una democracia que Sócrates añoraba para su país y que consiguió en 1985.

El fútbol ha cambiado mucho desde entonces. Ahora podemos encontrar desde auténticos atletas hasta implacables goleadores que descerrajan goles a ritmo de récord. Jugadores fantásticos y dechados en técnica y precisión. Futbolistas anuncio esclavos de la moda y marionetas en manos de representantes más conocidos que sus representados. Jóvenes forrados y en su mayoría poco comprometidos con la cruda realidad social actual. Por eso Sócrates es diferente . Poseía una inmensa clase, pero su carrera no hablará de grandes victorias de cortó ni de importantes clubs que dieran lustre a su curriculum. Y aún así será recordado como uno de los más grandes. Porque desde el compromiso social, la cercanía a los más necesitados y la lucha por la democracia llevó la imagen del futbolista un paso más allá. Porque alguien que elige cómo quiere morir y lo consigue solo puede ser un mito. “Quiero morir en domingo y que Corinthians levante un título ese día”. Y él lo consiguió. Aquél 5 de Diciembre de 2011, horas después de que sus problemas con el alcohol lo apartarán de la vida el Corinthians levantaba su quinto Brasileirao. Por eso y porque aquella estampa bajo el sol justiciero del viejo Sarriá que entonces me impresionaba, todavía vive en mi memoria. La estampa del Doctor Sócrates. No jugaba para ganar, sino para que no lo olvidáramos. Y no lo hacemos.

2 comentarios:

  1. Kate Beckinsale es muy guapa.

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  2. Con la perspectiva que da el tiempo,"aquella tarde en Sarria" realmente no perdió nadie.Italia,que jugó estupendamente, ganó el partido y Brasil, aunque hubo algún llanto, ganó el recuerdo romántico,la admiración mundial y un puñado de mágicos malabaristas ocuparían para siempre nuestros corazones y nuestras memorias.Entre tantas películas de superhéroes,no entiendo cómo nadie propone un film sobre "el mejor partido de fútbol de la historia".Eso sí,que se olvide del estadio de fútbol de Sarria en aquel 5 de Julio de 1982.En 1997 fue demolido.Yo tenía quince años aquel mundial de España y trabajaba de lavador de autos en un "rent a car".Le pedí a mi jefe,en la fase de grupos,de traerme al lavadero una televisión chiquita en blanco y negro.Mi jefe (quédate enterrado dónde estás!!) me dijo que mierda.Si yo hiciese una "regresión temporal" (volver atrás en el tiempo con la experiencia actual), allá cogía mis ahorros y marchaba a Barcelona,a Sarria.Alberigo CARACCIOLA.Los Boliches. MÁLAGA)

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