lunes, 8 de diciembre de 2014

EDMAR HALOVSKYI, DEL MUNDIAL A LAS TRINCHERAS

Publicado en el número 51 de Kaiser Football
Edmar Halovskyi, un ucraniano con alma brasileña 
El balón vino servido desde el flanco izquierdo. Para que el nuevo ucraniano Edmar se disfrazara del brasileño que siempre fue y en un giro de tobillo de su guante derecho dejara en ventaja a Roman Zozulia. El rubio delantero supera con suspense a Lloris y pone el 1-0 ante el combinado galo. El Olimpico de Kiev vibra como nunca. Edmar corre tras su compañero para abrazarlo. En su camino cierra los ojos y se ve cumpliendo un sueño. El de volver a su país de origen para jugar un Mundial, vestido de amarillo. No con la canarinha con la que nació, sino con la ucraniana que le adoptó. Es 15 de Noviembre de 2013 y la repesca saca su gancho para meter por la puerta de atrás a las últimas selecciones en el Mundial de Brasil 2014. Es el minuto 61 y ese gol acrecienta la ilusión de los ucranianos. Y aunque Yarmolenko pone en el 82 el 2-0 de penalti, Francia impone su calidad y experiencia y consigue vencer 3-0 en la vuelta para poner fin al sueño de Ucrania de estar presente en la fiesta mundialista de 2014.
No debe ser fácil cambiar la fina arena de la Playa de Ipanema por el crudo invierno del este de Europa. Las caipirinhas por vodkas o las gradas atestadas de apasionadas torcidas por los fríos trozos de hormigón salpicados de hieráticos militares ucranianos camuflados bajo sus ushankas. Meses después de que Cafú levantará el Pentacampeonato para su Brasil en tierras germanas, Edmar de Lacerda Aparecida  decidió poner fin a su corta etapa en el fútbol de su país y probar suerte en el exterior. Con 22 años abandonó el Internacional de Porto Alegre para enrolarse en las filas del Tavriya Simferopol, equipo de la capital de Crimea y por entonces de la Premier League Ucraniana. Edmar derribaba así la puerta de un fútbol y una cultura desconocida para muchos. Aparecía solo, alejado de los focos y la lluvia de petrodólares que rodean las llegadas de sus compatriotas hoy en día. Actuales fichajes a bombo y platillo para crear auténticas comunidades brasileñas en los mejores equipos rusos y ucranianos. Goles a ritmo de samba refugiados al calor de unos leotardos y un par de guantes. En Simferopol permaneció hasta 2007, capitaneando al equipo y exhibiendo un buen nivel con su juego creativo desde los tres cuartos. Y allí será donde conocerá a Tetiana Halovskyi con la que se casará en 2008 y de la que adquirirá su apellido de allí en adelante. Edmar de Lacerda dejaba paso a Edmar Halovskyi. Uno de los grandes del fútbol ucraniano, el Metalist Járkov del millonario Oleksandr Yaroslavsky pondrá sus ojos en él y concretará su fichaje en el verano de  2007. Edmar sabe que el sueño de jugar para su país natal Brasil es una quimera. Los pujantes talentos brasileños están creando la base de un equipo que quiere su Mundial a toda costa y cercenan cualquier esperanza de un debut a sus 31 años. Pero está rayando a gran altura en Járkov y no duda en aceptar la llamada de Oleg Blokhin para ayudar a su país de adopción en busca de su primera clasificación para una cita mundialista desde 2006. Y así el 10 de Agosto de 2011 debuta en un amistoso contra Suecia con derrota por 0-1. Hasta once entorchados contemplarán la carrera internacional de Edmar Halovskyi con Ucrania. Uno de los últimos aquél que terminó con 2-0 y que por un momento hizo soñar a Edmar con un regreso triunfal a su país para disputar una Copa del Mundo.
 
20 de Julio de 2014. Los últimos rescoldos de Brasil 2014 van apagándose. Alemania volvió a desempolvar su Panzer para subirse y aplastar como siempre nos tuvo acostumbrados. Brasil llora la versión moderna de su Maracanazo. España sigue en la lona, aturdida,  intentando levantarse. Son las sensaciones y las consecuencias que siempre deja el mayor espectáculo del Mundo. Pero en Ucrania poco importa todo aquello. Desde el 22 de Febrero de ese año, la tensión en el país crece entre la milicia separatista prorrusa y el ejército ucraniano. El clima de guerra civil se palpa en el ambiente. Ese 20 de Julio llegan noticias de que varios jugadores brasileños del Shakhtar Donetsk no quieren volver al país hasta que no se les garantice un mínimo de seguridad y se dan a la fuga desde su concentración en Francia. Ese mismo día en casa de los Halovskyi se recibe una notificación inesperada. Edmar es llamado por las autoridades ucranianas para combatir en el frente. La sorpresa inicial deja paso a la incredulidad y pánico posteriores. Él sólo sabe jugar al fútbol. Es lo que ha hecho toda su vida. Sus únicos disparos los han recibido los guardametas rivales. Los contrarios acaban dándole la mano tras las batallas de cada 7 días y las líneas enemigas son sólo rivales que superar. No entiende de guerras. Tras el susto inicial, los dirigentes del club ayudarán a Edmar y aclararán el asunto. Al tomar el apellido Halovskyi, las autoridades lo consideraron un ucraniano más que defender la causa del país en el frente, sin percatarse de que se trataba de un futbolista profesional. Edmar quiere que todo vuelva a la normalidad. Que la situación en su país de adopción se normalice y pueda volver a disfrutar del fútbol como lleva haciéndolo desde que aterrizó en aquellas lejanas tierras. Si lo consigue tal vez las puertas de la Selección de Ucrania puedan volver a abrirse para cumplir su sueño de jugar un Mundial. Ni más ni menos que el de la vecina Rusia. Será en 2018. Queda lejos y se le va muriendo el fútbol. Pero después de lo sucedido en los últimos meses todo es posible. En los que pasó de estar muy cerca de defender a Ucrania volviendo a su casa vestido de amarillo como mundialista a hacerlo de verde militar en una fría estepa ucraniana y escondido tras una trinchera.

domingo, 2 de noviembre de 2014

MERSEYSIDE, UN DERBY ENTRE LEYENDAS

Publicado en el número 50 de Kaiser Football
El Derby del Merseyside, un Derby entre leyendas...
Se dice en Liverpool, que si una de las dos estatuas de cobre y acero en forma de pájaro que custodian lo más alto de su Royal Liver Building echara a volar, la ciudad dejaría de existir. Que desde allí arriba, custodiando el río Merseyvigilan Liverpool. Mirada al frente y alas abiertas. Una mirando al puerto, esperando a los nuevos marinerosLa otra guardando expectante la ciudad. Otras voces nos cuentan que se trata de un macho y una hembra que desafiantes se dan la espalda y permanecen lejos la una de la otra, porque si un día decidieran aparearse, se alejarían de allí y Liverpool desaparecería para siempre. Son los Liverbirds. Así llamados por la mitología, aceptados como cormoranes en la actualidad. Estatuas que son imagen del Escudo de Armas del Rey Juan, fundador de Liverpool y que la ciudad adoptó como emblema para siempre. Leyendas de otra era. Mitos disfrazados de canciones y balones en este tiempo. The Beatles desde el vinilo. Everton F.C. y Liverpool F.C. desde los títulos y la épica. Para que sus ciudadanos sigan sintiendo con orgullo sus tradiciones. Para que como dos Liverbirds modernos, blues y reds, abran sus alas cada año y diriman desde lo alto del río Mersey la hegemonía del fútbol de la ciudad. En el Derby del Merseyside. El partido que más veces se ha jugado en el fútbol inglés. La ciudad que más títulos de Liga posee en Inglaterra. Rivalidad vecinal a una milla de distancia. La hegemonía de la urbe en 90 minutos. Los toffees nacieron antes Anfield fue su primera casa. No hay club con más temporadas en la élite. Los reds los empujaron a Goodison para desde Anfield Road construir su propia historia. Una de las más bellas jamás contadasThe Kop y su mágica atmósfera siempre presente a través de la tormenta. Decidí que era momento de sentir todo aquello en vivo. No había tiempo que perder. No fuera que antes alguno de esos pájaros decidiera echarse a volar…
 
Anfield emerge entre varias parcelas de unifamiliares. Como si tuviera la necesidad de sentir la cercanía de la gente. Para que los ecos de las batallas que se libran tras sus muros trasciendan rápido entre el pueblo y su historia nunca muera. Se levanta vetusto, orgulloso y con la pasión necesaria para cobijar al amor de su vida otros cien años más si hiciera falta. No es el más bello de los Estadios. Ni el más grandeni el más moderno. Pero sólo pronunciar su nombre intimida. Capaz de ganar batallas después de muerto. Y de morir con los suyos cuando se ha dado todo y dentro ya no queda nada. A unos metros, junto a sus paredes, “The Albert nos espera con sus inacabables cervezas. Sus paredes y techos la historia viva del fútbol del Viejo Continente. Cientos de bufandas y banderas de equipos de todos los rincones del planeta. Todos quieren su trocito de gloria en la cuna del fútbol de verdad. Allí dentro, un mar de camisetas rojas, cánticos, cerveza y más cerveza. El recuerdo a los 96 de Hillsborough muy presente en insignias, ropas y sus propias pieles. Para ellos nunca se marcharon y hoy a su manera volverán a vivir en Anfield. Delante de la fachada de The Kop, Bill Shankly nos recibe con sus brazos abiertos. Con él empezó todo cuando no había casi nadaSe acerca la hora del partido. El destino quiso que compartiera sitio en la grada con la afición del EvertonY que todo el baño de rojo de la mañana fuera teñido de azul por mi propio bien. El Estadio enloquece con la salida de los equipos. The Kop es un mar de banderas, de todos los tamaños, de todos los colores, que recuerdan a su rival la historia que les ha llevado a ser quienes son. Un fondo con vida propia dentro de Anfield. Con sus propias normas y códigos. Que adora por igual a su rutilante estrella y a quien dignifique su camiseta. Fútbol en estado puro. Atrona el “You´ll Never Walk Alone para decirle a los de rojo que ellos siempre van a estar allí. Pase lo que pase. Los aficionados blues no se dejan amedrentar y muestran a pleno pulmón el orgullo de su historia. El partido es tenso, sin un dominador claroMediada la segunda parte falta para el Liverpool al borde del área. Steven Gerrard agarra la pelota. Busca las costuras con el mismo encanto de los últimos 16 años. Mi desconocido compañero de al lado se agacha y mira por un buen rato al suelo. Lo ve venir. Gerrard saca la escuadra y el cartabón para confirmar las sospechas de mi amigo blue. Golazo por la escuadra para recordarle a nuestro fondo quien es el que manda allí. Los minutos pasan, y el Everton lo intenta sin suerte. Los hinchas toffees se desesperan. Deberán esperar hasta la segunda vuelta para devolverles la moneda. Hasta que en el 92, cuando no había tiempo para más, aparece Phil Jagielka. Para desde 30 metros poner su alma en un disparo y colarlo por donde ni el aliento de todo The Kop es capaz de sacarlo. Para marcar el gol de su vida. Nuestro fondo se viene abajo. Abrazos, locura, alegría desbordadaLos gestos serios son ahora felicidad. Han conseguido in-extremis  mantener la hegemonía del fútbol de Liverpool en suspense. Abandonan Anfield con una pícara sonrisa. Dentro de unos meses les esperan en Goodison
 
Cae la tarde en Liverpool todavía con el recuerdo y la emoción de aquél épico empateSus gentes todavía pasean por las calles con sus camisetas rojas y azules. Como si el partido todavía agonizara y quedara tiempo para voltear su resultado. Un paseo por el Albert Dock me permite sentir el contraste de ese Liverpool moderno y abierto al mar con el que acabo de dejar. El de los viejos edificios y calles llenas de vida con olor a música inglesa. Mi paseo termina en un imponente edificio. Es el Royal Liver Building. Mi mirada recorre sus 98 metros de altura. Allí, en lo más alto de ese gran bloque de hormigón descansan aquellos dos Liverbirds símbolos de ancestrales leyendas de la ciudad. Cada uno sobre una cúpula. Dándose la espalda. Cuidando de sus habitantes. Bien amarrados con cables de acero a sus torres. Saben que así nunca echarán a volar. así Liverpoolenvuelto en el punteo agudo de alguna guitarra del The Cavern pod seguir construyendo su mágica historia y por lo menos dos veces al año teñir sus calles de rojo y azul para discutir quién manda en una ciudad que vive el fútbol como pocas. Liverpool o Everton. Everton o Liverpool. En el Derby del Merseyside.

miércoles, 1 de octubre de 2014

GIULIANO TACCOLA: MUERTE EN EL VESTUARIO

Publicado en el número 49 de Káiser Football

Giuliano Taccola, la tragedia de un delantero llamado a marcar una época
A los treinta segundos del estreno del Scudetto 68/69 el marcador del Olímpico de Roma ya reflejaba movimiento. Giuliano Taccola celebraba exultante el tanto conseguido ante la Fiorentina. Helenio Herrera sonreía desde el banquillo. Ambos tenían motivos para estar felices. El delantero toscano se cargaba pronto de razones para hacer suyo el ataque giallorosso. El técnico ya veía en él al Mazzola de su mítico Inter, capaz de estampar en la red el Catenaccio más perfecto. Taccola quería convertir en realidad la promesa que ya goleaba la anterior temporada por la Ciudad Eterna. El Mago, recién llegado y exigido por la afición tras su exitosa trayectoria con el Inter, llevar a la Roma a lo más alto. El espigado delantero convencía a Helenio Herrera. Buen atleta, siempre bien colocado y excelente rematador. Tres meses después de empezado el Campeonato, Taccola compartía la tabla de goleadores con siete tantos con Roberto Boninsegna y Pietro Anastasi, sólo superados por Gigi Riva con doce. La trayectoria del equipo era bastante irregular pero al delantero le marchaban bien las cosas. Goles y buenas actuaciones hacían de Taccola una pieza fundamental en el engranaje de la Roma de Helenio Herrera. Pero todo empezará a torcerse. Ya al comienzo de la temporada los médicos del club le detectan un defecto cardíaco. El 24 de Noviembre un fuerte dolor de garganta le impide viajar con el equipo a Verona y aunque vuelve a jugar y golear, en la víspera del encuentro en el Olímpico del 25 de Enero de 1969 ante el Torino, Taccola es ingresado por una grave infección en las amígdalas. Ocho días después es operado de amigdalitis. Helenio Herrera, exigente al máximo con sus hombres, contrario en multitud de ocasiones a los responsables médicos del club y crítico con sus diagnósticos, fuerza al jugador en su recuperación y el 24 de Febrero el delantero vuelve a una convocatoria. Demasiado poco tiempo de convalecencia para lo que dictaminaban los servicios médicos. Demasiadas sustancias desconocidas proporcionadas al delantero para acelerar su vuelta al once romano. Mago blanco en la pizarra. Un genio para la prensa ávida de grandes titulares. Mago negro en la intimidad del vestuario. Un demonio para sus jugadores. El deportista antes que la persona. El resultado antes que la salud. De esta manera, Giuliano Taccola vuelve a los terrenos de juego el 2 de Marzo en Génova ante la Sampdoria. Dejará el terreno de juego en el minuto 62 por un esguince en su tobillo derecho. Jamás volverá a pisarlo de corto…
 
La A.S. Roma viaja el 16 de Marzo a Cagliari. Helenio Herrera obliga a entrenar por la mañana a Taccola para ver el estado de su tobillo de cara al próximo partido entre semana ante el Brescia pero el jugador sufre mareos, se muestra débil y debe abandonar la sesión. El delantero presencia el encuentro desde la grada y tras el 0-0 final baja al vestuario para saludar a sus compañeros. Una vez allí empieza a encontrarse mal y pierde el conocimiento. Ni las inyecciones de penicilina, ni los masajes en el corazón, ni la respiración boca a boca lograrán reanimarlo. Parada cardio-respiratoria. La ambulancia tardará más de una hora en llegar al Amiscora de Cagliari. Para entonces la vida y la fugaz carrera en la élite del jugador de 25 años ya se habían marchado para siempre, tan rápidas ambas como aquél gol a los treinta segundos de juego…
 
Su viuda Marzia Nanninpieri tuvo que salir adelante con dos pequeños de 4 y 6 años y el dolor de una vida truncada. Cuarenta y cinco años después continua peleando por esclarecer lo sucedido, convencida de que Giuliano no murió de forma natural sino exponiendo su organismo a la máxima exigencia física en pos de un mejor rendimiento deportivo. Ni la Roma, ni las instituciones pertinentes han estado a la altura de las circunstancias y han optado por dar carpetazo al tema. Como tampoco lo estuvo aquella tarde Helenio Herrera. Con sus compañeros conmocionados por el suceso, el técnico ordenó dejar Cagliari cuanto antes. El Brescia les esperaba días después en partido de Coppa y poco más podían hacer allí por su compañero fallecido. Mísera despedida para quien con sus goles estaba destinado a conducir al Mago a otra exitosa etapa en el calcio. En la actualidad Marzia sufre serios problemas económicos y convive con el recuerdo de la generosa sonrisa de Giuliano. Su lucha personal se vio respaldada por “Il terzo incomodo”, el libro que en 2004 publicó Ferruccio Mazzola. Hijo de Valentino, mito del Gran Torino y hermano del icono del Inter de los 60 Sandro Mazzola, sacará a la luz las prácticas de doping en el fútbol italiano de aquellos años. Pastillas misteriosas, líquidos inyectados de dudosa procedencia. Durante la temporada que coincidió con Helenio Herrera en el Inter, narra cómo el técnico era capaz de aumentar las prestaciones atléticas o acelerar la recuperación de sus jugadores con diversas sustancias dopantes. Pero el Calcio miraba hacia otro lado. Callaba mientras los recuerdos de aquellos hombres del Gran Inter de los sesenta envejecían juntos a los síntomas de unos organismos castigados. Giusti, Tagnin, Bicicli, Miniussi, Massiero, Facchetti, Longoni y el propio Ferruccio Mazzola contarán a sus nietos los éxitos de su Inter ahogando sus palabras entre los dolores de cánceres, tumores y hepatitis. El joven Giuliano Taccola no tuvo esa posibilidad. Ni tan siquiera la de ver crecer a sus dos hijos. Su madre les contará que en el frío suelo de un vestuario de Cagliari morirán los sueños de un delantero destinado a marcar una época.

lunes, 1 de septiembre de 2014

CHRISTIAN PANUCCI: LA VIDA POR UN EQUIPAJE

Publicado en el número 48 de Káiser Football
Christian Panucci perdió un equipaje y ganó una nueva vida 
Christian Panucci se había convertido en el inseparable socio de los casi 120 metros de línea de cal que delimitaban las autopistas por las que de córner a córner circulaba cada fin de semana en los estadios italianos. Acompañado por una escuadra casi invencible y plagada de fabulosos futbolistas como Baggio, Weah, Savicevic o Boban, el de Savona había secuestrado el 2 de la rossonera en una defensa que custodiaba junto a mitos como Maldini, Baresi o Costacurta. Un lateral de largo recorrido. El primero en la guerra a la hora de defender. Llegando por sorpresa en la vanguardia milanista por aquél carril hecho a su medida para derribar el muro rival y probar las mieles del gol hasta en cinco ocasiones a lo largo de aquella Serie A de la 95/96. Aquella temporada el A.C. Milán conquistaba el Scudetto superando con relativa comodidad a la Juventus de  los Vialli, Ravanelli, Deschamps y Del Piero más concentrados durante ese ejercicio en coronarse como campeones del Viejo Continente que en revalidar la gloria doméstica conquistada el año anterior.

Pero mientras se libraban las batallas por tierras italianas un objetivo en el horizonte esperaba a Panucci. Los Juegos Olímpicos de Atlanta´96. Una experiencia única para todo el que la ha vivido y que Panucci no quería desaprovechar. Con el brazalete de capitán apretando su brazo derecho y liderando la zaga azzurra junto a los también jóvenes Cannavaro y Nesta y el veterano Pagliuca bajo los palos, deseaba llevar a su selección los más lejos posible en la competición y disfrutar de todo lo que supone participar en unos Juegos Olímpicos. La Nigeria de Kanu y Amokachi, la Brasil de Bebeto, Rivaldo y Ronaldo o la España de Raúl y De la Peña no se lo iban a poner fácil. Pero unos días antes de la Inauguración de los Juegos, un fuerte golpe en la rodilla dejará a Panucci fuera del Campeonato. El capitán de la selección deberá dejar el equipo y verá alejarse la oportunidad única de participar en una Olimpiada. Maldiciendo su mala suerte Panucci abandona la concentración de Cincinnati y el 17 de Julio se dirige al aeropuerto John F. Kennedy de New York para coger un avión rumbo a Italia y una vez allí, en Pavia, ser tratado por el doctor Ceciliani. Al infortunio generado por la lesión se le une el malestar cuando observa que su vuelo, el 800 de la TWA, se dirige a Roma haciendo escala en París. Él quiere volar directo a Milán y no encuentra la manera de que le cambien su billete. Para colmo de males descubre que su equipaje ha sido extraviado. Para solucionar este contratiempo se dirige a un Asistente y este al ver el billete para Roma le apremia a embarcarse en su vuelo, pero como todavía disponía de tiempo Panucci decide dirigirse  a la ventanilla de Alitalia para informar del extravío de su equipaje. Allí explicará que su deseo es volar directo a Milán para no perder la revisión médica de su rodilla que tenía la mañana siguiente. Será entonces cuando le encuentren un billete con salida a las 19:30 destino Milán. Panucci se acomoda en su asiento y piensa en su mala suerte y esa maldita rodilla que le ha apartado del sueño Olímpico. Aterriza en Malpensa y al rato observa a varias azafatas de la TWA envueltas en lágrimas. Pregunta y es cuando le informan que el vuelo 800 de la TWA con destino Roma y escala en París ha explotado en el aire a los 13 minutos de haber despegado del aeropuerto de New York. El corazón le da un vuelco. Se le hiela la sangre. Era su vuelo. El que consiguió cambiar gracias a que perdió su equipaje. Aquella inoportuna lesión que capitalizaba todo su malestar y lideraba su infortunio quedaba reducida a una mera anécdota tras aquello. Había salvado su vida…
El destino, la mala suerte o simplemente porque las cosas tiene que pasar así, nos han dejado grandes catástrofes aéreas alrededor de la historia del fútbol. Equipos enteros atrapados entre los hierros de inmensos aviones. Allí han perecido cientos de goles sin celebrar, decenas de títulos sin levantar. Para construir con sus desgracias románticas historias escritas con la tinta de la épica y el dolor. Superga y Munich serán los destinos crueles de dos grandes escuadras. Una en la cúspide, el Gran Torino, que lideraba el mundo por aquellos lejanos 40. La otra el Manchester United de los Busby babes en los 50. Joven aroma de campeón que tras la catástrofe de Munich tardaría 10 años en convertirse en fragancia. El mar engullirá en 1987 al Alianza de Lima y Dennis Bergkamp padecerá una profunda aerofobia tras perder a varios compañeros en el desastre de Paramaribo (Surinam). Después aquél verano, Christian Panucci comenzará una nueva temporada liderando el lateral derecho milanista. Tras varias desavenencias con Oscar Tabares y Arrigo Sacchi, nuevos responsables técnicos rossoneros, firmará en Enero de 1997 por el Real Madrid de Fabio Capello. El decepcionante comienzo liguero del portugués Secretario llevará a Capello a solicitar a Lorenzo Sanz el fichaje del lateral italiano, al que ya tuvo a sus órdenes en San Siro. Tras su fichaje, un Panucci exultante cerrará unas declaraciones con la siguiente frase: “Al Madrid hubiera ido a pie”. Todos sabían que con esa frase hacía referencia a la magnitud del club blanco. En su interior es probable que hiciera un guiño al destino que en Julio del 96 le dio otra oportunidad en esta vida.

martes, 15 de julio de 2014

PUYOL, MARACANÁ Y EL SUEÑO DE NUESTRAS VIDAS


Carles Puyol, ofrece a Maracaná la Copa del Mundo
Puyol avanza emocionado por la alfombra de Maracaná. La roja de la estrella es hoy camisa, corbata y el traje negro de las mejores ocasiones. Su cinco, manchado todavía con la brizna fresca del último corte abajo, descansa para siempre en el cajón de sus recuerdos. La melena ensortijada al viento para recordarle al crecido teutón de la fila más alta del Estadio que el que ahora está allí abajo fue el que un día voló más alto que el Sol para regalarnos  el cabezazo de todos los tiempos. Para alejar al alemán del sueño que hoy sí toca con sus dedos y que por aquél entonces nos pertenecía. Para darnos la Final de nuestras vidas. Puyol avanza decidido. A un costado una despampanante modelo brasileña. Al otro, descansando en una caja, la más bella de la noche. Una rubia de 18 kilates. La novia de España entera los últimos cuatro años. Puyol abre la caja y extrae con mimo la gloria que poco a poco nos va dejando. Avanza unos metros y la muestra al cielo de Maracaná. A su alrededor vemos partir los sueños de varias noches de verano. Pantallas gigantes en pueblos pequeños. Fuentes desbordadas de alegría. Se nos escapa el Podemos y el ganar, ganar y volver a ganar. El Iniesta de mi vida y su recuerdo eterno al amigo que se fue sin avisar. Besos improvisados y abrazos envueltos en lágrimas. España en un manto rojo y amarillo. Puyol ofrece más que un trofeo. Entrega los años en que nos creímos los más grandes. Un estilo propio. Una época irrepetible en la que fuimos la admiración del Mundo. El modelo a seguir. Pero no hemos sabido defenderlo y hoy el sueño se acaba. Y el elegido para entregar la gloria ha sido él, el de La Pobla de Segur, el hijo de Josep, el humilde hombre de campo que desde el cielo de Río le aplaude y le mira orgulloso. Un futbolista a veces sacado de otro tiempo. Con un estilo y un sello irrepetible. Pundonor, casta y amor propio. Orgullo, respeto y trabajo al servicio del grupo. Cuando las tecnologías y las insaciables modas entran en el fútbol, Puyol se nos va. Los sprays en las barreras, las botas de dos colores, las crestas imposibles. Cuando el fútbol de ahora es menos fútbol de antes, él lo deja. Crucificado por las lesiones y el dolor de no poder ayudar. Pero representando a la perfección en el templo del balompié mundial el fútbol que fuimos y el que somos. La furia, la raza y el infortunio de antaño. La calidad, el toque y el éxito actual. No podría haber mejor representante ni mejor despedida. Puyol dice adiós para siempre a la Copa del Mundo. A nuestra Copa del Mundo. La deja en su pedestal para que sienta el rubor de quien es observado con deseo. El siguiente en levantarla al cielo será alemán o argentino. Para continuar con su leyenda unos. Para coronar a su nuevo Dios los otros. Ambas selecciones ya esperan en el túnel de vestuarios y la observan en su soledad. Pero eso ya es otra historia. Puyol desaparece a lo lejos con la satisfacción del deber cumplido, sin hacer mucho ruido, fiel al estilo que marcó su carrera. Desde lo alto del Corcovado, el Cristo imponente abre sus brazos al gran capitán. Para charlar sobre cómo llevamos lo de la estrella en el pecho, Él que tanto sabe de eso. Para despedir en un abrazo eterno al cinco que un día saltó hasta las estrellas para seguir haciendo de aquellas noches de verano el sueño de nuestras vidas. Hasta siempre Puyi.

domingo, 4 de mayo de 2014

SEBASTIAN DEISLER, DE VUELTA A LA VIDA

Publicado en el número 47 de Káiser Football
Sebastian Deisler, abandonó el fútbol para agarrarse a la vida
“De vuelta a la vida”. Desde el retiro de su casa de Lörrach, Sebastian Deisler observa el título en la portada del libro del escritor Michael Rosentritt. Es Noviembre de 2009 y al gélido otoño de la región de Baden-Wurtemberg se ha unido el escalofrío que ha recorrido todo el país con la noticia del suicidio el dia 10 de ese mismo mes del guardameta del Hannover 96 y de la selección alemana Robert Enke. Ha pasado poco más de un mes desde que de la mano de Rosentritt, Deisler presentara aquél libro, su libro, que ahora tiene delante y del que no puede apartar una mirada orgullosa, aunque con un cierto halo de tristeza. 247 páginas que nos traerán la lucha de Sebastian contra una enfermedad poco asociada al deportista de alto nivel. La depresión. Quizás este testimonio de su vida nunca llegara a lo ojos de Enke para poder verlo todo de otra manera. Quizás cuando el 08 de octubre de 2009 salió a la luz, la mente atormentada de Robert ya había tomado la decisión. Tal vez si en aquellas largas concentraciones con el Gladbach hubieran hablado de aquello…Pero ya nada será posible desde que aquél 10 de Noviembre a su paso por Neustadt am Rübenberge un tren liberará para siempre a Robert de aquella pesadilla en la que vivía preso. Deisler llora la muerte del portero con el que haya por 1999 compartiera vestuario en el Borussia Mönchengladbach. Sabe del tormento de una mente depresiva. Que hay estiradas que valen 3 puntos y pases mágicos a la escuadra para darte una copa. Pero que junto a esos guantes y esos pies privilegiados aclamados por las masas, se esconden cabezas con negros pensamientos, las más oscuras de las soledades que pueden convertir una historia de fama y éxito en una vida desgraciada presa de miedos, fracasos y tragedias. Y que aunque es complicado dejarlo atrás, con ayuda profesional puedes sacar los brazos para levantar el trofeo más importante. El de tu propia vida. Y Sebastian lo hizo.
 
Y es que Deisler estaba destinado a ser el buque insignia del futbol alemán durante la primera década del milenio que acababa de entrar. Una diestra prodigiosa y un talento sobresaliente adivinaban un eterno 10 para la Mannschaft en la joven espalda de Basti y con ello el liderazgo de un gigante dormido y destronado en el balompié continental.  Desde sus comienzos en los modestos equipos locales FV Tumringen y FV Lörrach ya llamó la atención de los grandes clubs alemanes, hasta que el Borussia Mönchengladbach se hizo con sus servicios cuando apenas contaba con 15 años para incorporarlo a sus categorías inferiores. Será en 1999, con 18 años cuando debute con el primer equipo y donde coincida con el malogrado Robert Enke. Una mala temporada llevará al Mönchengladbach a la Segunda Division alemana y a Deisler rumbo a Berlín, a las filas del Hertha, donde se erigirá en líder del equipo hasta 2002. Una grave lesión de rodilla no será obstáculo para que el Bayern de Munich  lo incorpore a sus filas y como de costumbre el gigante alemán se haga con la última perla de su fútbol. Las dificultades que encontrará en su recuperación acentuará un estado depresivo que aunque desconocido para el gran público, Deisler había ido desarrollando a lo largo de su carrera. La presión de las expectativas, la tensión insoportable unido a su paso hasta en cinco ocasiones por el quirófano le obligó a dar un paso importante en su vida.
 
El 21 de Noviembre de 2003 Sebastian decidió asomar la cabeza entre los barrotes de la cárcel en la que su mente andaba encerrada. El deportista de élite se hizo humano, bajo a la tierra, descolgó el teléfono y marcó. Al otro lado Uli Hoeness, director deportivo del Bayern. El mensaje de auxilio contundente: “No puedo más”. Su cabeza había dicho basta y Deisler comenzó un tratamiento psiquiátrico para intentar recuperar la alegría por el fútbol y por la vida misma. Todo parecía mejorar. Tras la marcha de Ballack al Chelsea, se apoderó del medio campo del Bayern y entre 2005 y 2006 disfrutó de cierta regularidad y relevancia en el once bávaro. Una nueva recaída en su maltrecha rodilla resultó definitiva. En Enero de 2007, Sebastian se presentó ante los medios. Gesto serio por fuera, un gran alivio por dentro. A los 27 años anunciaba que hasta allí había llegado. Que el genial 10 del que esperaban obras maestras y apenas les había podido regalar ligeras pinceladas lo dejaba. Su rodilla y su cabeza no daban más de sí y ya no podían seguir el ritmo, la presión y la exigencia del exigente fútbol de alto nivel. Había visto pasar por delante sin poder disfrutar, los mejores campeonatos de selecciones en los que estaba destinado a ser una de las estrellas. Detuvo el círculo vicioso en el que andaba metido y se bajó para recuperar una vida que también pasaba por delante sin poder paladear. Todavía con el chirrido de los frenos de aquél maldito tren resonando en sus oídos, Sebastian observa su libro desde la tranquilidad de su retiro de Lörrach. Su testimonio puede servir a otros deportistas a superar el mismo problema que Enke y él padecieron. Piensa en el pobre Robert.  Aquellas dos mentes perturbadas que a finales del siglo pasado compartieron el verde del Gladbach hoy cada una a su manera, descansan en paz. A una la maldita depresión lo arrojó a las vías para que el tren de la vida lo arrollara. Para la otra ese mismo tren aminoró la velocidad, le dio una nueva oportunidad y lo trajo de vuelta a la vida.

martes, 1 de abril de 2014

ROMAN SHIROKOV, REBELDE SIN CAUSA

Publicado en el número 46 de Káiser Football
Roman Shirokov, talento a raudales bajo un carácter indomable
A lo largo de su historia el fútbol nos ha regalado a unos cuantos hombres cuya historia de amor a un balón comparte secretos de alcoba con mujeres, alcohol y juego. Garrincha en los 60, Best en los 70, Gascoigne en los 90…Sus actos, manifestaciones y conductas daban para compartir portada con el affaire de la tonadillera y el torero del momento o para abrir la página de sucesos de alguna publicación de la época antes que para plasmarse en negro sobre blanco sobre algún exitoso diario deportivo nacional. Futbolistas con mayúsculas que guardaban con celo en el mejor de los frascos el elixir de su calidad para confundirlo en una estantería repleta de trofeos y botellas de wishky añejo a medio terminar. Bastaban dos gotas de aquella mágica fragancia para que el domingo, en horario taurino, todo un estadio se tiñera de pañuelos y ovación. Escondidos tras su aroma, los excesos de una noche loca. El control imposible de un balón llovido, con las botas hechas manos. Un pase entre líneas mirando al tendido para tirar de un golpe aquella muralla numantina. Un tacón para la galería. Donde al común de los mortales apenas les alcanzaba con el duro trabajo diario para arrebatar siquiera un tímido aplauso del respetable, el gesto inmortalizado del genio con resaca se preparaba para ser portada al día siguiente. Con los tres puntos y aquella falta a la escuadra poco importaba aquella vida desordenada muchas veces conocida por aquellas palmas generosas. Pero en ocasiones el botín no se traducía en 3 puntos, la barrera se interponía entre el golpeo y la red o el milimétrico pase moría presa de un bosque de piernas rivales. Entonces los pañuelos descansaban en los bolsillos y las plumas más voraces se encargaban de recordar al exigente público que en la estantería de una vida loca, junto a botellas de licor a medio terminar, descansaba arrinconado y polvoriento la calidad de un perfume barato. Hipocresía de nuestro fútbol…

Roman Shirokov es uno de esos casos en Rusia de esa fatídica mezcla. Calidad a raudales. Alcohol y desenfreno en su juventud. Incontinencia verbal y una inusitada facilidad para meterse en líos en la actualidad. Nacido el 6 de julio de 1981 en Dedovsk al oeste de Moscú, es fruto de la prolífica cantera del CSKA de Moscú. Con 20 años es cedido al Torpedo ZIL para ganar experiencia y poder volver al CSKA como jugador del primer equipo. Roman sólo disputara un partido. La visita de un amigo convertirá esa oportunidad en casi dos meses en paradero desconocido. Las botellas de vodka, las apuestas y el desenfreno sustituirán durante casi 60 días a las botas de fútbol, el trabajo y la posibilidad de pulir con minutos una de las joyas de la corona del CSKA. Como castigo fue enviado al ejército, a la base de Vatutinki. Allí no le esperaba ningún equipo. Ni la posibilidad de poder demostrar su clase. Allí le aguardaban 2 botes de pintura roja y blanca con la que pintar vallas, una pala para cavar trincheras y una escalera para instalar cables de alta tensión. Los fríos barracones de la base lo verán levantarse a las 6 todas las mañanas. Ni rastro del fútbol de un cierto nivel. Era final de 2002, terminaba su castigo pero el CSKA Moscú no quiso saber nada más de él. Roman Shirokov empezó a tomar conciencia de que el alcohol empezaba a ser más que un problema. El modesto Istra le dio una oportunidad, pero el vodka, fatídico compañero de viaje de mucha de la juventud rusa volvió a acompañarle en aquella aventura. A los 21 años lo dio todo por perdido. Sólo la aparición en 2004 de Katya y Vyacheslav Komarov relanzarán su carrera. La primera, su futura esposa. El segundo el que fuera su primer entrenador y que en el Vydnoe de Tercera División le dio una última oportunidad.

A partir de allí todo irá a mejor. Fue perdiendo su adicción y Saturn, Rubin Kazan y Khimki verán la recuperación de Shirokov que lo llevará en 2008 al Zenit y a la selección rusa. Siempre actuando de volante defensivo serán los holandeses Dick Advocaat en el Zenit y Guus Hiddink en la selección rusa respectivamente los que retrasen su posición hasta el centro de la defensa. Una mala actuación en el primer encuentro de la Euro´08 en el que Rusia cae derrotada  4-1 frente a España le hacen perder su sitio tanto en el Zenit como en el combinado ruso. Esta serie de cambios y su difícil relación con sus entrenadores en estos años (Advocaat, Spalletti y Hiddink) hacen bajar el rendimiento de Shirokov. Será ya en 2010 con una posición más cercana al área cuando explote en club y selección como excelente llegador y sea elegido durante dos años Mejor Jugador de la Liga Rusa. Pero si su calidad fue puesta en peligro por el alcohol al comienzo de su carrera, su gusto por las redes sociales y por no morderse la lengua ante lo que no está de acuerdo o no considera justo ha marcado su actualidad. Los últimos capítulos, una expulsión en Mayo de 2013 por hacer un corte de mangas a su propia afición tras un gol suyo o la sanción por 6 meses en Noviembre del mismo año  por llamar payaso al árbitro Sergei Karasyov tras el encuentro entre el Zenit y el Amka y el postrero empate a uno de estos últimos. Esto, unido a su mala relación con Spalletti han provocado su cesión al FC Krasnodar equipo ruso de mitad de tabla de la Premier Rusa. A sus 32 años, Shirokov encara la última etapa de una peculiar carrera en la que durante dos meses nadie supo de él, que le llevó a debutar en Primera a los 26 y en la que su entonces novia y un antiguo entrenador rescataron de las garras del alcohol cuando todo parecía perdido. A miles de kilómetros de la extensa Rusia, aunque sea desde el modesto Krasnodar, a los amantes de su fútbol no nos importa ver sus controvertidas opiniones por Tweeter. Sólo deseamos que cada cierto tiempo se aplique 2 gotas de esa fragancia que sólo gastan los genios y que ahora duerme sola en su estantería junto a la foto de su mujer y sus dos hijos. Las botellas de vodka a medio terminar las acabó tirando Katya...

miércoles, 15 de enero de 2014

ESPAÑA-12 MALTA-1. TREINTA AÑOS...

Publicado en el número 44 de Káiser Football
La España del 12-1 a Malta, un recuerdo de niñez para toda la vida
Diciembre de 1983. Los días se van marchitando y van dejando el calendario blanco e impoluto, preparado para anotar con nueva tinta las historias de un próximo año que ya asoma por la esquina. Con ellos se van muchos momentos. De dolor, rabia y asombro. Desde la expropiación de Rumasa y el terrorismo de los GAL, al escándalo del aceite de colza y el incendio de la madrileña discoteca Alcalá 20. En nuestras vidas se colarán Espinete y Don Pinpón, y Leroy Johnson nos enseñará bailando que alcanzar la Fama siempre cuesta. Garci nos regalará un Oscar con Volver a Empezar y el Rock&Ríos regará de sonido los estadios españoles durante aquél caluroso verano con el espectáculo del gran Miguel Ríos. Nombres todos ellos que, a los que por aquella época no alcanzábamos los 130cm, nos acompañarán hasta bien entrada nuestra adolescencia. Lo que no cambiaba como cada Diciembre era nuestra ilusión por la Navidad que ya llegaba y todo lo que suponía. Vacaciones, ilusiones, sorpresas y regalos. Las grandes comilonas, los belenes y la carta a Papá Noël. Esa carta mágica que tenía delante de mí y que hacía las ilusiones realidad. Donde pasé mi infancia se vivía por y para el fútbol y para aquél entonces mi vida ya se retroalimentaba al olor de réflex y vendajes y crecía entre libros de tácticas, alineaciones y libres directos. Y en aquella carta, entre algún tragabolas y varios clicks de famobil siempre colaba unos guantes de Arconada o el último Tango para seguir demoliendo a puntapiés aquél muro que todas las tardes me esperaba junto a la puerta de aquella casa. Pero aquél 21 de Diciembre no parecía un día más dentro de aquella Navidad. Aquél día jugaba España. Sí, la España de mi niñez. La que un año atrás nos había dejado tirados, ahogados en nuestras pequeñas lágrimas y preguntándonos por qué, si jugábamos en casa. Estaba enfadado con ellos pero al fin y al cabo eran los héroes de mi España y merecían tener mi confianza. Durante días los medios de comunicación se habían encargado de recordarme que aquél día la gesta era imposible. Que once goles a la débil Malta eran muchos. Que aquella España en reconstrucción tras el nefasto Mundial patrio no lo podría conseguir y que la diferencia de goles llevaría finalmente a la nueva Holanda de los Koeman, Gullit y Rijkaard a la Eurocopa de Francia de 1984. El tiempo tampoco ayudaba. Lluvias torrenciales en Sevilla. Todo en contra. La hora del partido se acercaba y mi casa se empezaba a llenar de gente. Me enfundé mi pequeña camiseta roja con el 2 de Señor. Volví la mirada hacia aquella carta, anoté mi última petición y la abandoné. Había que coger sitio. El partido empezaba.

Desde el primer minuto las intenciones quedaron claras. Ataque sin piedad ante unos pobres malteses cuya única intención era no pasar a la historia avergonzados por una infame goleada. Dos minutos y penalti a favor. Parece que el guión se cumple. Pero cuando Rincón ya se veía recogiendo el balón de las redes maltesas, el poste escupe nuestras ilusiones y evita el primer gol de Señor. A los quince, Santillana se cuelga del cielo de la noche sevillana para cabecear el primero, pero nueve minutos más tarde un afortunado gol de De Giorgio cercena nuestras ilusiones. Tendrán que ser doce goles. Antes del descanso Santillana sacará todo el coraje para dejar el marcador en 3-1. Nadie sabe lo que pasó en aquél vestuario durante ese descanso pero aquella segunda parte se convirtió en el primer gran recuerdo futbolero de mi vida. Gordillo volaba manchando sus medias bajas con la cal de su banda izquierda. Maceda se hacía más gigante aún y pisaba área como un delantero más. Santillana sobrevolaba territorio maltés para lanzarse sobre todo lo que llevara marchamo de gol. Y los goles caían. De dos en dos. De tres en tres. El sueño se acercaba. Goico y Camacho cerraban la puerta a cualquier nuevo atisbo de sorpresa. 4-1. 5-1. 6-1. Victor Muñoz se dejaba la vida en la zona ancha. Sarabia llegaba en segunda línea. 7-1. 8-1. Era una locura. Carrasco jugaba al escondite con los malteses. Buyo era un espectador de lujo. 9-1. 10-1. Rincón y su gesto de rabia puso cara a la Furia enfundado en aquél equipaje de talla corta. 11-1. Y por fin Juan Señor, el de mi camiseta, que descargó con su zurda toda la tensión acumulada para provocar de la garganta de Jose Angel de la Casa el gallo más famoso del fútbol español. 12-1. Mi casa era una fiesta. Aquél equipo lo había conseguido y España jugaría la próxima Eurocopa. Para mí fue increíble. Mis héroes no me habían decepcionado y me habían regalado una recuerdo para toda la vida. Aquél día terminó y emocionado me fui a dormir. Antes miré mi carta y sonreí. Ese año Papa Nöel se había adelantado y cumplió mi último deseo. Todos esos goles a Malta…

Treinta años más tarde y durante estas fechas, repaso con mis sobrinos sus cartas a Papa Nöel. Los tiempos han cambiado. Entre varios juegos que desconocía, aparatos electrónicos y artículos de difícil pronunciación aparecen unos guantes de Casillas y un Brazuca de efectos imposibles. No todo es tan diferente al fin y al cabo. Dejo que sigan escribiendo. Tal vez como última petición ahora los niños pidan un nuevo Mundial para España con ese Tiki-Taka que les ha cautivado para siempre. Hace treinta años nuestras pretensiones diferían mucho de las suyas y nos conformábamos con ver a nuestros héroes disputar una fase final de un gran Campeonato y porqué no hacer un buen papel. Pero son los héroes de la España de su niñez y es su carta mágica en la que sus ilusiones se harán realidad. Yo un día pedí una lluvia de goles a Malta. Y por adelantado, me los trajeron…