lunes, 17 de diciembre de 2012

UNA CARTA PARA SIR BOBBY ROBSON

Publicado en el número 29 de Kaiser Football
Sir Bobby Robson, un caballero del fútbol 
Desde allá arriba Sir Bobby Robson habla con las estrellas. Lo hace con esa inseparable sonrisa con la que vivió enganchado toda su vida. Les susurra por si alguna duerme, no quiere molestar. Les cuenta que allí abajo hay un deporte maravilloso llamado fútbol. Y que fue toda su vida. Les habla de su Ipswich Town, del Fulham, del Newcastle, de la pasión de sus gentes y de su aventura portuguesa. De un marciano llamado Ronaldo que un día se hizo Dios en tierra de santos para llevarle las manos a la cabeza. Y de otro al que llamaban el Pelusa que cogió prestada la del Creador para echarle de un Mundial. Les narra cientos de partidos, la FA Cup, goles en estrategia, el 4-4-2, juego por los extremos y de cómo aquél cerebro enfermo reducía el partido de su vida a un cruel uno contra uno. La vida o la muerte.

-El resultado ya lo sabeis, si no no estaría aquí hablando con vosotras- sentenció con esa flema inglesa que siempre caracterizó a este genuino gentleman del fútbol británico. Y cuando alguna ya se le apaga les habla de aquella carta. Ese papel que una mañana de 1994 en Oporto llegó a sus manos. Un educado y escueto escrito de un seguidor de los Dragoes que le animaba a buscar un hueco en el once a uno de sus delanteros, el portugués Domingos Paciencia. Los goles del ruso Sergei Yuran y del búlgaro Emil Kostadinov estaban cerrando el paso al punta luso y aquél aficionado estaba convencido de que su rendimiento mejoraría el del equipo. El Oporto ganará dos ligas consecutivas y en la segunda de ellas Domingos se proclamará máximo goleador y mejor jugador del campeonato. La dirección del remitente era la de su mismo bloque de pisos, un vecino suyo. El nombre Luis André, el apellido Villas-Boas. Su edad 16 años.
Ese insultante desparpajo sedujo a Robson que contactó con el chaval y le retó a que realizara un exhaustivo informe que le pudiera convencer de aquella sugerencia que tan valientemente le había lanzado. Y André así lo hizo. Tan sorprendido del resultado quedó Robson que le ofreció un puesto de ayudante en prácticas en el club del norte de Portugal. Miró, calló y se empapó de cuanto le rodeaba. Bajo la supervisión y el consejo de Sir Bobby Robson viajó hasta la
Lilleshall National Sports and Conferencing Centre en Escocia cuando todavía contaba con 17 años para continuar su formación e hizo de Portman Road su casa durante dos semanas para hacer del Ipswich Town de George Burley su particular ejercicio de prácticas. Creó del informe del adversario una auténtica obra de ingeniería que aprovechará José Mourinho para hacer de su Oporto y de su Chelsea unas máquinas casi perfectas. Y cuando se sintió preparado voló en solitario para aplicar todos esos conocimientos y convertirse en uno de los entrenadores con mejor futuro del fútbol mundial.

El fútbol es caprichoso y va a querer que los caminos de Villas-Boas y Domingos se junten en Mayo de 2011 con la Europa League mirándoles fijamente y buscando sitio en sus vitrinas. Oporto y Sporting de Braga luchan en Dublín por el trofeo soñado. Villas-Boas por buscar su cuarta captura de la temporada. Domingos por estrenar su palmarés. La testa de Falcao dará la gloria a los Dragoes. Y el fútbol, ese espectáculo lleno de mágicas coincidencias va a querer que el chaval que un día quiso relanzar la carrera de aquél delantero carne de banquillo hoy ponga freno a la del Domingos entrenador.
Allá arriba Robson le sonríe a aquél capricho de la vida y considera esa carta y a su remitente uno de los mejores legados que deja allí abajo. Mira a las estrellas, hace una pausa y las deja descansar. Va a seguir contando historias de un deporte maravilloso llamado fútbol. Y de un señor al que llaman The Special One. Les alerta para que estén atentas. Que no se duerman que con este tipo van a alucinar…

JEAN MARC BOSMAN, DEL CÉSPED A LOS JUZGADOS

Publicado en el número 28 de Kaiser Football
Jean Marc Bosman revolucionó el mundo del fútbol abriendo sus fronteras
Maradona se fue de Inglaterra entera para hacerse el rey del Mundo en un Estadio Azteca. Garrincha hizo del gambeteo un arte con sus desiguales piernas. Best se bebió la vida a regates. Superga hizo inmortal la historia de aquél Gran Torino. Sacchi y Guardiola tiraron de pizarra cuando todo parecía inventado. Messi no se cansa. Y luego está Bosman,centrocampista belga, mediocre sobre el verde hábil en los despachos. Los primeros hicieron bello el concepto de este deporte. El último simplemente lo cambió. Desde aquél día de 1990 en el que decidió no aceptar la oferta de renovación a la baja del RFC Lieja comenzó a buscar su particular hueco entre los que marcaron la gloria de este deporte y a marcar los renglones con los que se escribirá la historia reciente del balompié mundial.

El contrato de Bosman con el RFC Lieja había finalizado y cuando el Dunkerke de la segunda francesa y el jugador belga ya estaban estrechando sus manos para la incorporación del jugador, el RFC Lieja de acuerdo con la ley belga y la UEFA pide al club francés casi 12 millones de francos belgas en concepto de traspaso. Los franceses se niegan a pagarlo y Bosman ve frustrado su pase al fútbol galo siendo apartado del equipo por parte del club de Lieja. Es entonces cuando decide enfundarse el traje y la corbata y jugar el partido de su vida ante leyes, jueces y federaciones. De la mano de su excompañero Jean Louis Dupont deciden llevar a la Federación Belga y a la UEFA ante la justicia. Desean impedir que las reglas sobre transferencias y los cupos de jugadores nacionales impuestos por la federación supongan una limitación excesiva a la libre circulación de trabajadores entre los Estados miembros de las Comunidad Europea. Quieren que los futbolistas sean dueños de sus destinos una vez expiren sus contratos y que desaparezca la limitación en el número de jugadores comunitarios que pueden jugar en un mismo equipo. Exigen disponer de los mismo derechos que cualquier otro trabajador comunitario. En su defensa los clubs y la UEFA alegarán no ser empresas como tales, y que el deporte no puede estar sometido a las normas de otras actividades económicas. La guerra está servida y mientras Dupont va acercando el caso hasta el último escalón, el Tribunal Europeo de Justicia, Bosman va consumiendo su carrera en diversos clubs de segunda fila como el San Quintín de la 2ª División francesa, el Saint Denis de la Isla de Reunión y finalmente el Charleroi de la 3ª División belga. Ningún equipo de cierto nivel se atreve a firmar al jugador belga al que consideran más un problema que una solución a sus necesidades dada su situación en ese momento.

Será en 1995 cuando el Tribunal Supremo falle a favor de Bosman y el fútbol cambie para siempre. Los jugadores se harán con las riendas de su futuro y los nuevos magnates y grandes empresarios coleccionarán futbolistas como si de cromos se tratara. Conoceremos al Madrid de los Galácticos, al Spanish Liverpool, al Barcelona de los holandeses y al Chelsea de Abramovich. Haremos esfuerzos para dar con un italiano en el Inter y veremos como las diferencias entre los modestos y los más poderosos se agigantarán apoyados en abusivos contratos televisivos. Equipos como el Aberdeen, Malmoe o Malinas desempolvarán sus recuerdos para verse disputando finales europeas a los grandes del continente. En nuestro país, por la puerta abierta por Bosman se colarán Ciric, Ognjenovic y Renaldo, ejemplo de mediocres jugadores contratados a precios de estrella que ofrecerán escaso rendimiento a sus equipos.
 
A las afueras de Lieja una pequeña casa sirve de cobijo al actual Bosman. De entre las cajas de antidepresivos y varias botellas de alcohol medio vacías no quedan ni rastro del casi millón de euros que recibió en concepto de daños y perjuicios. Del físico de aquél futbolista de medio campo tampoco. Deambula triste por la ciudad belga, muy desmejorado y sumido en una profunda crisis, solo aliviada por la presencia de sus dos hijos. Malvive con las prestaciones que recibe a la espera de algún proyecto que reorganice ese caos en el que anda sumido. Antes de todo aquello no tenía mucho. Después de todo esto todavía tiene menos. Por eso no añora los sueldos millonarios que se mueven en la actualidad. De quienes los perciben solo espera un gesto solidario, un reconocimiento para quien un día saco del armario el traje y la corbata y puso patas arriba el orden establecido en el fútbol mundial para que ahora otros no menos mediocres que él dispongan de todos los medios posibles para encontrar su hueco entre Best, Garrincha y Messi. Jean Marc a su manera ya lo encontró.