viernes, 18 de enero de 2013

A UN INGENIOSO HIDALGO DEL BALON



Añadir leyenda
Un día me sentí Sancho Panza. Y no porque bajo aquella camiseta arlequinada se escondiera una prominente barriga. Mis 16 años no invitaban a ello. Sino porque a mi lado, sobre el punto de cal que delimitaba ambos terrenos y con sus tacos pisando el balón se encontraba aquél singular Don Quijote que me acompañaba en la delantera de aquél equipo de barrio. Como armadura un catálogo de huesos desordenados y por corcel un inagotable talento de futbolista de calle hacian de aquél chaval un tipo diferente. El atrevido oponente acababa de darnos un revolcón y antes de reanudar la batalla, allí sobre el punto central, giró desafiante su mirada sobre el rival ya formado, la volvió hacia mí y con aquellos ojillos inquietos me miró para hacer volar su imaginación junto a la mía:
-"Vámonos tú y yo con la pelota hasta la portería contraria."- me dijo.
Donde yo veía un infranqueable ejército de camisetas contrarias, aquél Ingenioso Hidalgo sólo veía gigantes que derrotar a golpe de engaño y regate. Él sabía que lo podía hacer. Era su manera de entender este deporte. Desafíos constantes desde la fragilidad de su famélica constitución. Retos a lo imposible desde la locura de su imaginación. Y detrás del balón y bajo ese pelo alborotado una persona humilde y entrañable con la que me entendía a las mil maravillas. Tocó el balón y yo lo retrasé hacia un compañero para sacar de un plumazo a mi Quijote de su delirio…

Casi 20 años después en mi equipo de amigos de siempre las barrigas dibujan más de un Sancho Panza y las armaduras chirrían oxidadas víctimas del paso del tiempo. La casualidad ha hecho que vuelva a compartir vestuario con aquél Quijote que conocí de chaval en un equipo de barrio. Aquella frágil figura deja paso a formas ahora redondeadas y sus cabalgadas terminan con un hilo de voz en busca de la anhelada sustitución. De vez en cuando coincidimos en el punto central tras un gol en contra y parece que no haya pasado el tiempo. Yo sigo viendo rivales donde él ve gigantes. Su mirada transmite sensaciones de antaño y aunque no me lo diga yo sé que en su imaginación está librando batallas imposibles para superar ese gol en contra. Arranca, se frena, la enseña, la esconde y la entrega a la red para volver a igualar el marcador. Pura magia. La vida le sonríe y eso es lo que más disfruto. Cuando acaba la batalla, cierra su libro de aventuras, y entre cigarrillo y cerveza se vuelve a convertir en la maravillosa persona que un día conocí. Aquél caballero de la triste figura que un día me hizo sentir su fiel escudero.




1 comentario:

  1. Me ha gustado, Luis. ¿Aun se le enreda el balon en las piernas y sin saber como sale hacia adelante? Imagino que el "peso" de los años llega a todos.
    Me lo ha pasado Silvia y le he echado un vistazo. David A.

    ResponderEliminar