martes, 20 de enero de 2015

EL SABIO, EL NIÑO Y EL FÚTBOL DE LA CALLE

Dedicado a mi hermana Silvia y a mis amigos atléticos de Soria

Fernando Torres, alumno aventajado de Luis Aragonés 
Aceptó ser el Sabio aunque siempre sostuvo que la sabiduría en casa de los Aragonés era cosa de su hermano Matías. Y para justificar semejante calificativo esperaba a las grandes citas. Para demostrar que el que más sabía de aquello era él. Sin grandes fórmulas ni ecuaciones mágicas llovidas en noches de inspiración y desvelo. Acercando al futbolista a los más primitivos instintos. La pasión, el rencor, la venganza. Al fútbol de la calle. Mezcla explosiva que acababa por saltar por los aires los resortes de la tensión acumulada por sus hombres en aquellos importantes partidos. Que otorgaban a sus jugadores el aliento necesario para hacerse siempre con ese balón dividido. Noventa minutos desde la emoción y el amor a tu escudo. La piel en cada centímetro de césped por esa grada entregada a tu esfuerzo. Y aquél 27 de Junio de 1992, Luis sabía que era uno de esos días. Levantar la Copa del Rey ante el Real Madrid en su Estadio bien lo merecía. Y allí, en las entrañas del Coliseo blanco, en el vestuario visitante, Luis esperó su momento. Diseñó minuciosamente la táctica, los movimientos, la estrategia. Trazó las líneas de la victoria sobre la pizarra. Decenas de flechas de ida y vuelta camufladas entre los nombres de los elegidos para la ocasión apuntando al corazón blanco. Luis terminó su exposición y miró a los ojos a sus jugadores:
-¿Lo han entendido?. ¿Sí?. Pues esto no vale para nada. Lo que vale es que sois mejores y que estoy hasta los huevos de perder con estos, de perder en este campo. Lo que vale es que sois el Atlético de Madrid y hay 50.000 que van a morir por vosotros. Hay que morir por ellos, hay que salir y decir en el campo que sólo hay un campeón y va de rojo y blanco.

A la media hora dos zarpazos de Schuster y Futre ya ponían tierra de por medio. Un Atlético hipermotivado devoró a un Real Madrid todavía noqueado por el desastre liguero de Tenerife tres semanas antes. Aquella noche de verano del 92 el cielo de la capital vió coronarse a un equipo al que su entrenador vistió para la ocasión con los colores del sentimiento y la emoción. Más de 22 años después de aquello, Fernando Torres abre la puerta de aquél Estadio que siempre le vió salir con el gesto torcido y la pólvora mojada. Jamás desvirgó las redes vikingas. Es la vuelta de los octavos de final de la Copa del Rey 2014/15. Es el Santiago Bernabeu. El Templo del enemigo de toda una vida. El 2-0 de la ida pone en ventaja a los colchoneros pero bajo aquellos muros, entre épicas hazañas, descansa sepultada la palabra imposible. No pueden confiarse. El Niño ha vuelto a casa hecho un hombre. Las pecas recogidas pero el mismo gesto de ilusión en su cara. El curriculum trazado con la pluma del éxito y la mochila cargada de unos títulos que cambió por goles decisivos. El Cholo no lo dudó y lo llevó a su Atleti. No  ha dado su mejor nivel ni en el Chelsea ni en el Milán y sabe que con el cariño de los suyos puede recuperar su mejor versión. Muchos lo ponen en duda y hoy tiene una gran oportunidad para cerrar las bocas del oportunismo más voraz. Hoy será el referente en el ataque rojiblanco. Como en aquella noche de verano del 92 la pizarra del vestuario visitante está repleta de líneas y más líneas que crean emboscadas imposibles para el rival, de trampas escondidas entre rápidas contras que puedan matar el partido. Fernando anda concentrado. Hoy es el día. En su pensamiento las palabras del Sabio. Sabe cuál es su trabajo. Lo ha entendido, sí. Pero eso no vale para nada. Lo que vale es que quiere volver a ser el mejor y que está hasta los huevos de perder en ese campo. De no saber lo que es enloquecer por acariciar esas redes. Lo que vale es que ha vuelto al Atlético de Madrid para volver a sentir en rojo y blanco.
 
Lo que sucedió después todo el mundo pudo verlo. La historia de una hazaña que no pasó del minuto uno de cada parte de aquél partido. El tiempo que Fernando Torres tardó en gritar gol al cielo del Santiago Bernabeu y dejar en blanco la página de la épica que desde Concha Espina ya empezaban a escribir. El Niño convertido en hombre ha vuelto a su casa para acabar la historia que dejó incompleta un día que decidió echar a volar. Para decirle al mundo del fútbol que aún tiene mucho que decir y derribar muros que antaño parecían infranqueables. En aquella fría noche de copa madrileña Torres se siente triunfador. Abrazos, felicitaciones y enhorabuenas. Y en una parte de su pensamiento las gracias al Sabio de Hortaleza. Ese que a cambio de goles y Eurocopas le regaló una manera de entender el otro fútbol. El fútbol de la calle. Ese que en los momentos importantes destruye pizarras y se juega desde la emoción y la mirada apasionada a tus jugadores.