domingo, 2 de noviembre de 2014

MERSEYSIDE, UN DERBY ENTRE LEYENDAS

Publicado en el número 50 de Kaiser Football
El Derby del Merseyside, un Derby entre leyendas...
Se dice en Liverpool, que si una de las dos estatuas de cobre y acero en forma de pájaro que custodian lo más alto de su Royal Liver Building echara a volar, la ciudad dejaría de existir. Que desde allí arriba, custodiando el río Merseyvigilan Liverpool. Mirada al frente y alas abiertas. Una mirando al puerto, esperando a los nuevos marinerosLa otra guardando expectante la ciudad. Otras voces nos cuentan que se trata de un macho y una hembra que desafiantes se dan la espalda y permanecen lejos la una de la otra, porque si un día decidieran aparearse, se alejarían de allí y Liverpool desaparecería para siempre. Son los Liverbirds. Así llamados por la mitología, aceptados como cormoranes en la actualidad. Estatuas que son imagen del Escudo de Armas del Rey Juan, fundador de Liverpool y que la ciudad adoptó como emblema para siempre. Leyendas de otra era. Mitos disfrazados de canciones y balones en este tiempo. The Beatles desde el vinilo. Everton F.C. y Liverpool F.C. desde los títulos y la épica. Para que sus ciudadanos sigan sintiendo con orgullo sus tradiciones. Para que como dos Liverbirds modernos, blues y reds, abran sus alas cada año y diriman desde lo alto del río Mersey la hegemonía del fútbol de la ciudad. En el Derby del Merseyside. El partido que más veces se ha jugado en el fútbol inglés. La ciudad que más títulos de Liga posee en Inglaterra. Rivalidad vecinal a una milla de distancia. La hegemonía de la urbe en 90 minutos. Los toffees nacieron antes Anfield fue su primera casa. No hay club con más temporadas en la élite. Los reds los empujaron a Goodison para desde Anfield Road construir su propia historia. Una de las más bellas jamás contadasThe Kop y su mágica atmósfera siempre presente a través de la tormenta. Decidí que era momento de sentir todo aquello en vivo. No había tiempo que perder. No fuera que antes alguno de esos pájaros decidiera echarse a volar…
 
Anfield emerge entre varias parcelas de unifamiliares. Como si tuviera la necesidad de sentir la cercanía de la gente. Para que los ecos de las batallas que se libran tras sus muros trasciendan rápido entre el pueblo y su historia nunca muera. Se levanta vetusto, orgulloso y con la pasión necesaria para cobijar al amor de su vida otros cien años más si hiciera falta. No es el más bello de los Estadios. Ni el más grandeni el más moderno. Pero sólo pronunciar su nombre intimida. Capaz de ganar batallas después de muerto. Y de morir con los suyos cuando se ha dado todo y dentro ya no queda nada. A unos metros, junto a sus paredes, “The Albert nos espera con sus inacabables cervezas. Sus paredes y techos la historia viva del fútbol del Viejo Continente. Cientos de bufandas y banderas de equipos de todos los rincones del planeta. Todos quieren su trocito de gloria en la cuna del fútbol de verdad. Allí dentro, un mar de camisetas rojas, cánticos, cerveza y más cerveza. El recuerdo a los 96 de Hillsborough muy presente en insignias, ropas y sus propias pieles. Para ellos nunca se marcharon y hoy a su manera volverán a vivir en Anfield. Delante de la fachada de The Kop, Bill Shankly nos recibe con sus brazos abiertos. Con él empezó todo cuando no había casi nadaSe acerca la hora del partido. El destino quiso que compartiera sitio en la grada con la afición del EvertonY que todo el baño de rojo de la mañana fuera teñido de azul por mi propio bien. El Estadio enloquece con la salida de los equipos. The Kop es un mar de banderas, de todos los tamaños, de todos los colores, que recuerdan a su rival la historia que les ha llevado a ser quienes son. Un fondo con vida propia dentro de Anfield. Con sus propias normas y códigos. Que adora por igual a su rutilante estrella y a quien dignifique su camiseta. Fútbol en estado puro. Atrona el “You´ll Never Walk Alone para decirle a los de rojo que ellos siempre van a estar allí. Pase lo que pase. Los aficionados blues no se dejan amedrentar y muestran a pleno pulmón el orgullo de su historia. El partido es tenso, sin un dominador claroMediada la segunda parte falta para el Liverpool al borde del área. Steven Gerrard agarra la pelota. Busca las costuras con el mismo encanto de los últimos 16 años. Mi desconocido compañero de al lado se agacha y mira por un buen rato al suelo. Lo ve venir. Gerrard saca la escuadra y el cartabón para confirmar las sospechas de mi amigo blue. Golazo por la escuadra para recordarle a nuestro fondo quien es el que manda allí. Los minutos pasan, y el Everton lo intenta sin suerte. Los hinchas toffees se desesperan. Deberán esperar hasta la segunda vuelta para devolverles la moneda. Hasta que en el 92, cuando no había tiempo para más, aparece Phil Jagielka. Para desde 30 metros poner su alma en un disparo y colarlo por donde ni el aliento de todo The Kop es capaz de sacarlo. Para marcar el gol de su vida. Nuestro fondo se viene abajo. Abrazos, locura, alegría desbordadaLos gestos serios son ahora felicidad. Han conseguido in-extremis  mantener la hegemonía del fútbol de Liverpool en suspense. Abandonan Anfield con una pícara sonrisa. Dentro de unos meses les esperan en Goodison
 
Cae la tarde en Liverpool todavía con el recuerdo y la emoción de aquél épico empateSus gentes todavía pasean por las calles con sus camisetas rojas y azules. Como si el partido todavía agonizara y quedara tiempo para voltear su resultado. Un paseo por el Albert Dock me permite sentir el contraste de ese Liverpool moderno y abierto al mar con el que acabo de dejar. El de los viejos edificios y calles llenas de vida con olor a música inglesa. Mi paseo termina en un imponente edificio. Es el Royal Liver Building. Mi mirada recorre sus 98 metros de altura. Allí, en lo más alto de ese gran bloque de hormigón descansan aquellos dos Liverbirds símbolos de ancestrales leyendas de la ciudad. Cada uno sobre una cúpula. Dándose la espalda. Cuidando de sus habitantes. Bien amarrados con cables de acero a sus torres. Saben que así nunca echarán a volar. así Liverpoolenvuelto en el punteo agudo de alguna guitarra del The Cavern pod seguir construyendo su mágica historia y por lo menos dos veces al año teñir sus calles de rojo y azul para discutir quién manda en una ciudad que vive el fútbol como pocas. Liverpool o Everton. Everton o Liverpool. En el Derby del Merseyside.