miércoles, 28 de febrero de 2018

HASTA SIEMPRE QUINI

Enrique Castro "Quini"
Ayer muchos sentimos cómo nos arrancaban parte de la niñez que celosos todavía guardábamos como un tesoro en nuestro poder. Eso si es que todavía algo quedaba de esa niñez aferrada a nuestro lado apartando la mirada de eso llamado tiempo. Ayer Quini se fue para siempre. Se marchó Quini y se me apagó para siempre aquella tele minúscula en blanco y negro que tenía en mi habitación. Aquél aparato que debía sintonizar ruleta en mano si quería dejar sólo en decenas los cientos de moscas que interferían en la imagen que de allí salía y me impedían ver con cierta nitidez los goles de la jornada en Estudio Estadio la noche de los domingos. Lo hacía de manera clandestina. Sí, al día siguiente había cole. Y yo no entendía como rayos de aquél aparato tan pequeño podía salir semejante chorro de luz ni qué demonios debía hacer para que no me delatara a aquellas horas de la noche. Sólo quería ver un salto de Santillana, un vuelo de Arconada. Me bastaba una volea de Quini para poder apagar aquella tele y marchar a dormir con una sonrisa antes de que mis padres me pillaran. Sin duda aquellos tipos eran mis héroes. Capaces de hacer cada domingo lo que muchos soñábamos con hacer toda la vida.

Ayer marchó Quini y se llevó el campo embarrado, el pantalón ceñido y el puño en alto en la celebración. Nos aleja para siempre de Cundi, Joaquín, Mesa y su Sporting de Gijón, del delantero rudo, de raza, de las botas negras, del primer esbozo de aquello de lo que nos enamoramos y que ahora en ocasiones cuesta llamar deporte. Se ha ido y con él el partido del sábado por la noche en la 2, los domingos a las cinco y una radio, nueve nacionales y dos formidables extranjeros por escuadra. Fútbol de un tiempo cada vez más lejano gobernado por hombres de la estirpe de las buenas personas. Del esfuerzo, la brega y la constancia. De la buena cara y la sonrisa cuando vienen mal dadas. Y allí encontramos a Quini. Sentado sobre una montaña de goles repartiendo pines de su Sporting, sin parecer ser consciente quizá de la historia escrita tiempo atrás y de lo que supone para mucha gente.

Ayer se nos llevaron a Quini y algunos nos hicimos un poco más adultos. Enterramos para siempre aquella sensación de escuchar su nombre y estremecer pensando inequívocamente en la épica de un cabezazo en plancha, de un potente derechazo, de un nuevo gol. De saber que Enrique Castro vendría a tu casa y haría todo por derribar el muro de hormigón que habías levantado frente a tu portería hasta acabar metiéndola dentro. Como le dije a un amigo dibujante, ayer se fue el Ibañez de sus cómics. Una de esas personas que con su buen hacer fue capaz de echar a volar mi imaginación y hacerme disfrutar en esa época de la vida en la que cualquier cosa se exprime y todo te parece alucinante. Ayer murió Quini y se llevó lo poco que va quedando del recuerdo de la infancia y una forma genuina de aprender a querer al fútbol. De entre decenas de periódicos y revistas deportivas todavía conservo una antigua baraja de la Selección Española de 1982 que aún guardo con cariño y pone una sonrisa a este adiós. Aún recuerdo la mejor de todas las cartas, la que destrozaba a todas y era una suerte tenerla. La de Enrique Castro “Quini”. Hasta siempre Brujo

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