sábado, 27 de junio de 2015

LAS LAGRIMAS DE VICTOR Y VALLEJO: A ZARAGOZA LA DEFIENDE SU GENTE

Víctor Muñoz, corazón de león zaragocista
Hace poco más de un año Agapito Iglesias estampó la firma más deseada por todos. Hizo las maletas, cerró la puerta y abandonó para siempre nuestras peores pesadillas. El zaragocismo respiró aliviado desatando por fin las cadenas que habían sometido a un león que yacía en un rincón, herido, desfigurado y cansado de tanto pelear por nada. Sonrisas cómplices, lágrimas de ilusión y bocanadas de aire fresco ante el nuevo escenario para una afición que ya no podía más. Y casi sin tiempo de ver alejarse para siempre las oscuras tinieblas que cubrían el cielo de la ciudad todos nos giramos al estruendo del portazo de despedida. Ante nuestros ojos y como un viejo edificio a punto de desmoronarse encontramos un club triste que devolvía la mirada a sus gentes con un gesto de preocupación y ahogado en un grito de auxilio desesperado. Sus maltrechos muros se habían vuelto fríos e insensibles tras el daño recibido. El fruto de una gestión desastrosa era una institución herida de muerte. Su estructura requería de una actuación rápida y eficaz para no venirse abajo y dejar sepultados para siempre los recuerdos, la pasión y el orgullo de sus gentes. Fueron semanas intensas, de incertidumbre y duras negociaciones. De grupos inversores, acaudalados empresarios y alguna que otra ave de rapiña escondida tras la silueta imponente de algún mito zaragocista intentando sobrevolar sus muros casi derruidos y lanzar la última dentellada para interés propio a un león vulnerable todavía en la pelea.

Con la Fundación 2032, encabezada por las familias aragonesas Yarza y Alierta, haciéndose cargo de la dura situación económica, el 15 de Julio de 2014 el entrenador aragonés Víctor Muñoz aparecía ante los medios para ofrecer una rueda de prensa tan emocionante como histórica. Con todos los equipos de la categoría en plena pretemporada y con sus plantillas ya confeccionadas, el Real Zaragoza era un esqueleto deportivo sostenido por un puñado de jugadores de futuro incierto y el reloj de la desaparición descontando los segundos inexorablemente. Y cuando lo fácil hubiera sido mirar para otro lado o alejarse disimuladamente de aquél edificio a punto de derrumbarse, Víctor, trabajador serio y honrado con toda una vida hecha lejos de Zaragoza y una reputación ganada con esfuerzo y dedicación dentro y fuera del campo no lo dudó. No iba a quedarse de brazos cruzados viendo el final del primer equipo de su tierra, el que le dio su primera oportunidad en el fútbol de verdad. Si aquello se venía abajo lo haría con él dentro. Desde el coraje y la fe inquebrantable que siempre exhibió de corto, apuntaló con su rocoso corazón maño aquél edificio en ruinas. Y con su inequívoco estilo nos dio la rueda de prensa más complicada de su vida. Con la voz quebrada y al borde del llanto explicó el porqué de su vuelta. Nos habló del instinto, de orgullo, de sentimiento, de supervivencia. Variables mágicas e intangibles que le habían arrastrado inconscientemente de nuevo a la primera línea de batalla. Del significado del Real Zaragoza como símbolo de identidad para la ciudad y para todo Aragón. De todo lo que supone para sus gentes. Con una emoción que rozaba lo trágico. Con unas palabras que provocaron que tras aquellos ruinosos muros aletargados por la infame gestión de los últimos años, se volviera a escuchar el ritmo latente de un corazón. El león empezaba a sentir…

Casi un año después y tras sortear con gran esfuerzo los obstáculos económicos que se iban planteando, el equipo se ha quedado a un paso de recuperar su sitio con los grandes del fútbol español. No ha sido un año fácil. La trayectoria ha sido más bien irregular. Fases ilusionantes con otras para olvidar. Víctor Muñoz fue destituido jornadas antes de terminar la primera vuelta. En el césped ha nacido un nuevo líder. El maño Jesús Vallejo, que a sus 18 años se ha convertido en capitán general y estandarte del nuevo proyecto zaragocista. La Romareda observa calmada como el minuto 32 de cada choque ya no es una bomba de relojería que estalla en dirección al palco. Las mágicas tardes del Play Off de ascenso, con una afición volcada con su equipo, han acabado por reforzar los cimientos en la reconstrucción de un edificio que unos meses atrás se desmoronaba irremediablemente. La estampa de Jesús Vallejo y su llanto desconsolado en Las Palmas tras ver como el anhelado ascenso se escurría entre los dedos, viajan en el tiempo hacia aquél 15 de Julio de 2014 para fusionarse con las lágrimas contenidas de un entrenador empujado hasta aquellos micros por el amor a unos colores y el único objetivo de sostener sobre sus anchos hombros la responsabilidad deportiva de un club que La Fundación 2032 intentaba salvar institucionalmente en los despachos. A pesar de que el ascenso era media vida económica para el Real Zaragoza esas dos instantáneas arrojan la mejor de las noticias. La imagen de un club que vuelve a estar vivo. Queda mucho camino por recorrer pero el Real Zaragoza ya siente. El edificio empieza a levantarse haciendo fuertes sus bases y tras sus muros el león va cerrando sus heridas y ya ruge con orgullo como a lo largo de su historia siempre ha hecho. Y si en los próximos años su guarida amenaza con venirse abajo víctima del paso del tiempo o de la lamentable actuación de algún irresponsable mandatario, la fuerza y la bravura de gente de la tierra como Jesús Vallejo han de hacerse notar desde el césped para sostener sus muros. Si no que nadie dude que fuera de allí Víctor, esté donde esté, volverá a levantarse, se remangará y con toda la humildad del mundo volverá a ofrecernos su corazón blanquiazul para apuntalar con su voz quebrada las veces que haga falta al club de su vida. Y es que como bien dijo el General Palafox, “ Ayer, hoy y siempre, a Zaragoza la defiende su gente”.

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