lunes, 17 de diciembre de 2012

JEAN MARC BOSMAN, DEL CÉSPED A LOS JUZGADOS

Publicado en el número 28 de Kaiser Football
Jean Marc Bosman revolucionó el mundo del fútbol abriendo sus fronteras
Maradona se fue de Inglaterra entera para hacerse el rey del Mundo en un Estadio Azteca. Garrincha hizo del gambeteo un arte con sus desiguales piernas. Best se bebió la vida a regates. Superga hizo inmortal la historia de aquél Gran Torino. Sacchi y Guardiola tiraron de pizarra cuando todo parecía inventado. Messi no se cansa. Y luego está Bosman,centrocampista belga, mediocre sobre el verde hábil en los despachos. Los primeros hicieron bello el concepto de este deporte. El último simplemente lo cambió. Desde aquél día de 1990 en el que decidió no aceptar la oferta de renovación a la baja del RFC Lieja comenzó a buscar su particular hueco entre los que marcaron la gloria de este deporte y a marcar los renglones con los que se escribirá la historia reciente del balompié mundial.

El contrato de Bosman con el RFC Lieja había finalizado y cuando el Dunkerke de la segunda francesa y el jugador belga ya estaban estrechando sus manos para la incorporación del jugador, el RFC Lieja de acuerdo con la ley belga y la UEFA pide al club francés casi 12 millones de francos belgas en concepto de traspaso. Los franceses se niegan a pagarlo y Bosman ve frustrado su pase al fútbol galo siendo apartado del equipo por parte del club de Lieja. Es entonces cuando decide enfundarse el traje y la corbata y jugar el partido de su vida ante leyes, jueces y federaciones. De la mano de su excompañero Jean Louis Dupont deciden llevar a la Federación Belga y a la UEFA ante la justicia. Desean impedir que las reglas sobre transferencias y los cupos de jugadores nacionales impuestos por la federación supongan una limitación excesiva a la libre circulación de trabajadores entre los Estados miembros de las Comunidad Europea. Quieren que los futbolistas sean dueños de sus destinos una vez expiren sus contratos y que desaparezca la limitación en el número de jugadores comunitarios que pueden jugar en un mismo equipo. Exigen disponer de los mismo derechos que cualquier otro trabajador comunitario. En su defensa los clubs y la UEFA alegarán no ser empresas como tales, y que el deporte no puede estar sometido a las normas de otras actividades económicas. La guerra está servida y mientras Dupont va acercando el caso hasta el último escalón, el Tribunal Europeo de Justicia, Bosman va consumiendo su carrera en diversos clubs de segunda fila como el San Quintín de la 2ª División francesa, el Saint Denis de la Isla de Reunión y finalmente el Charleroi de la 3ª División belga. Ningún equipo de cierto nivel se atreve a firmar al jugador belga al que consideran más un problema que una solución a sus necesidades dada su situación en ese momento.

Será en 1995 cuando el Tribunal Supremo falle a favor de Bosman y el fútbol cambie para siempre. Los jugadores se harán con las riendas de su futuro y los nuevos magnates y grandes empresarios coleccionarán futbolistas como si de cromos se tratara. Conoceremos al Madrid de los Galácticos, al Spanish Liverpool, al Barcelona de los holandeses y al Chelsea de Abramovich. Haremos esfuerzos para dar con un italiano en el Inter y veremos como las diferencias entre los modestos y los más poderosos se agigantarán apoyados en abusivos contratos televisivos. Equipos como el Aberdeen, Malmoe o Malinas desempolvarán sus recuerdos para verse disputando finales europeas a los grandes del continente. En nuestro país, por la puerta abierta por Bosman se colarán Ciric, Ognjenovic y Renaldo, ejemplo de mediocres jugadores contratados a precios de estrella que ofrecerán escaso rendimiento a sus equipos.
 
A las afueras de Lieja una pequeña casa sirve de cobijo al actual Bosman. De entre las cajas de antidepresivos y varias botellas de alcohol medio vacías no quedan ni rastro del casi millón de euros que recibió en concepto de daños y perjuicios. Del físico de aquél futbolista de medio campo tampoco. Deambula triste por la ciudad belga, muy desmejorado y sumido en una profunda crisis, solo aliviada por la presencia de sus dos hijos. Malvive con las prestaciones que recibe a la espera de algún proyecto que reorganice ese caos en el que anda sumido. Antes de todo aquello no tenía mucho. Después de todo esto todavía tiene menos. Por eso no añora los sueldos millonarios que se mueven en la actualidad. De quienes los perciben solo espera un gesto solidario, un reconocimiento para quien un día saco del armario el traje y la corbata y puso patas arriba el orden establecido en el fútbol mundial para que ahora otros no menos mediocres que él dispongan de todos los medios posibles para encontrar su hueco entre Best, Garrincha y Messi. Jean Marc a su manera ya lo encontró.

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