Rafa Benítez, sueños entre Madrid y Liverpool |
Aquella
tarde Anfield Road lucía como en las mejores ocasiones. Con el traje rojo de
las grandes tardes y las gotas de elixir suficientes transpirando por sus muros
para seducir una vez más a sus aficionados. Pero sobre su manto verde esa tarde
no corría el balón. Su marcador no reflejaba los nombres de dos contendientes
listos para escribir la épica de un nuevo duelo. Tampoco el tiempo se esforzaba
en avanzar en un reloj que para muchos se paró hacía ya veintidós años. The
Kop, lleno como siempre, pero con menos sabor a cerveza y más emoción en unos
ojos que ya lo han visto todo. Esa tarde del 15 de Abril de 2011 en Liverpool había
silencio y no había partido. Veintidós años después se volvía la vista atrás para
como cada año, homenajear a las 96 almas que dejaron su vida en la tragedia de
Hillsborough. Con el sentimiento y el respeto con el que sólo en las Islas saben
hacer estas cosas. Sobre el césped, la incansable Margaret Aspinal, miembro de
la Hillsborough
Families Support Group recordaba emocionada a su hijo fallecido aquél día en
Sheffield y el esfuerzo de su Asociación en la búsqueda de justicia ante las
autoridades por lo ocurrido. Y entre aquellas palabras el recuerdo sincero hacia
Rafa Benítez, quien hasta hacía unos meses había sido su entrenador, por todo el
apoyo económico y personal aportado durante los últimos tiempos. Anfield se
pone en pie y rompe en una atronadora ovación hacia el madrileño. Abrumado, Rafa
y su timidez permanecen en su silla. The Kop aparca el silencio contenido y jalea
su nombre en uno de sus inconfundibles cánticos. Animado por su esposa
Montserrat, Benítez se ve obligado a abandonar el anonimato que le ofrecía esa
butaca de la tribuna de Anfield. Se pone en pie, entre lágrimas recoge el generoso
aplauso que Margaret y toda aquella gente le ofrecen y les devuelve un saludo
agradecido. Su etapa al frente del club ya finalizó pero su vinculación con la
familia "red" es para siempre. Por encima de su constancia, dedicación y el
brillo de varios trofeos esa tarde levanta la mejor de sus conquistas. El reconocimiento
y el respeto a un trabajo desde uno de esos pocos clubs en el mundo que
entienden el fútbol y la vida de otra manera.
Casi cinco
años después de aquella tarde, desde Madrid, Rafa Benítez vuela de nuevo hacia
Liverpool. En su maleta decenas de ideas sin desarrollar, cientos de
experiencias sin vivir y un sueño roto en mil pedazos. Doscientos dieciocho días
después de que emocionado fuera nombrado técnico del equipo de su vida, el Real
Madrid, pasaba a ser una muesca más en el siempre humeante revólver de
Florentino Pérez. Después de años de preparación, experiencia acumulada y
éxitos en varios países, el sueño de su vida pasaba por delante de él dejando
tras de sí la estela de una pesadilla difícil de comprender. Una plantilla todavía
abrazada a los cantos de sirena de Carlo Ancelotti, su anterior técnico. Un
equipo poco comprometido con los métodos de su nuevo patrón. Unos jugadores que
a sus espaldas despreciaban el discreto historial vestido de corto de su
entrenador. La opinión pública en barras de bar llenas de librepensadores titulados
en el arte de saber alinear a los jugadores adecuados en el sistema preciso
para una victoria segura. Cuatro o cinco jarras de cerveza les escuchan
atentamente. Esbeltos licenciados en la mala educación, que con la boca llena y
aceite en las comisuras exageran la opulencia de los platos que se sirven en su mesa. Diplomados
en mil carreras ponderando su escasa preparación para un reto como el que
tiene delante y que ellos, desde el anonimato de una red social, parecen estar cansados de superar. Periodistas de bufanda esperándole al mínimo tropiezo para
lanzarse a su cuello y dar a sus amos el trozo de carne fresco del día. Un
hueco vacío en la vitrina esperando junto a la número diez y mirándole en un evidente
desafío. Al final, un sueño convertido en un diamante en bruto con miles de
aristas imposibles de pulir. Y aún con todos esos condicionantes siempre esperó
para un hombre de la casa, el cariño y la tregua que nunca llegó. La confianza
en un proyecto en el lugar donde se desconoce el significado de ambas palabras.
En cada aparición pública la imagen de un hombre cada vez más derrotado. La de
un entrenador preparado pero superado y ninguneado desde dentro y desde fuera, que siempre
aceptará la crítica con el respeto que en esa casa le enseñaron hace muchos
años. Sabe que probablemente en ciertas cosas se ha equivocado pero no esperaba
tantos palos en las ruedas de un carro ya de por sí difícil de mover. Y menos
que descarrilará cuando apenas había echado a andar.
Rafa
Benítez se marchará mordiéndose la lengua pero con la educación que le caracteriza.
Sin hacer mucho ruido. Recogiendo los últimos pedazos de un sueño que jamás
volverá. Dejando el menor rastro posible y deseando a la víctima que le sucede
el mejor de los éxitos en su travesía por el alambre. Sus futuros éxitos serán
los del Real Madrid, el equipo de Rafa desde chico. Liverpool ya le espera. Ese
pequeño lugar en el mundo en el que el fútbol y la vida se entienden de otra
manera. Allí tiene su hogar y allí le esperan Montserrat, y las pequeñas
Claudia y Ágata. A pesar de todo lo vivido, su corazón siempre será blanco y aquí
está su otra casa pero en esta ocasión no ha notado el apoyo de su gente. Cosa
que sí siente a kilómetros de aquí. Allí respetan el fútbol, las personas y todo su
trabajo. Y sabe también que en Liverpool, en cualquier paseo a orillas del río Mersey
siempre podrá cruzarse con la infatigable Margaret que antes que verse
reflejada en el frío metal de una Copa de Europa ganada in extremis siempre
preferirá hacerlo en los ojos emocionados de su entrenador favorito. Y ese es por
suerte otro sueño que jamás se romperá y le acompañará toda su vida.
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