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Alan Shearer, leyenda del fútbol inglés |
No saludaba a ningún amigo
escondido entre la grada. Ni levantaba diligente su brazo derecho como en la antigua
escuela a sabiendas de conocer la respuesta a una difícil pregunta. Ni siquiera
pedía un taxi. No, aquello no era un centro de enseñanza, aunque siempre algo
se aprendía. Tampoco era un espacio para taxis, pero sí un lugar en el mundo
para tener muchos amigos al abrigo de las eternas viseras de chapa de aquellos
estadios ingleses que entremezclaban tradición y modernidad. El veterano Alan
Shearer lo había vuelto a conseguir. El portero desparramado, el balón en la
red, una exultante sonrisa y su brazo derecho levantado viajando hacia una
nueva celebración. Una inconfundible estampa que se repetía una y otra vez cada
fin de semana por los campos del fútbol inglés. Donde ahora se escenifican
irritantes coreografías, un sencillo gesto como ese le bastaba al nueve inglés para
acompañar a su nueva captura camino de la inmortalidad. Pero el de aquella tarde
del 7 de Enero de 2006 en St.James´Park tenía un significado especial. Shearer
recogía el taconazo de Albert Luque para batir a Pressman, guardameta del
modesto Mainsfield. Con ese tanto igualaba los doscientos que desde hacía casi cinco
décadas mantenía a Jackie Milburn en lo más alto como máximo goleador histórico
del Newcastle United. Y lo hizo en la FA Cup, en su casa y frente a la grada de
Gallowgate End, el fondo que el pequeño Alan ocupó cuando era niño para ver a
los ídolos del equipo de su ciudad. Allí donde la leyenda de Milburn corría como
la pólvora de padres a hijos y se engrandecía al paso de los años. Shearer llevará
la marca hasta los 206 goles y con 36 años lo dejará. No habrá más
celebraciones. Se sacará el brazalete de capitán, aparcará su fusil y bajará su
brazo derecho para siempre.
Alan Shearer cambió los
goles por los micros. Ahora comenta partidos de la Premier para el espacio de
la BBC “Match of the day”. Se siente cómodo, aunque siempre con la incógnita de
qué será de él tras una mala tarde en un hábitat que no es el suyo. Allí abajo,
de corto y sobre el verde, sabía que tras un mal día siempre le esperaba otra
oportunidad. Mira hacia atrás, satisfecho de su carrera y la forma de
conseguirlo. El esfuerzo, la ilusión, la perseverancia. Siempre imaginando el
próximo gol. Inventando remates imposibles. Haciendo de su eficacia un arma y
de su oportunismo una virtud. Convirtiéndose en un santo en The Dell. Debutando
en el fútbol de verdad haciéndole tres al Arsenal cuando todavía guardaba
repetido el cromo de alguno de sus rivales. Dejará Southampton para que el Dios
Le Tissier gobierne solo y para siempre a los Saints. Rechazará al todopoderoso
Manchester United y se unirá a Kenny Dalglish para liderar una de las historias
más maravillosas jamás contadas. El sueño hecho realidad de la pequeña
Blackburn y su Rovers tocando el cielo en Anfield en aquella mágica tarde de Mayo
del 94. Título de la Premier y la confirmación de una máquina casi perfecta de
hacer goles. Más de treinta en cada una de las tres últimas que Ewood Park
disfrutó del portentoso goleador de Newcastle. Shearer mira hacia atrás y se
siente un afortunado. Ha hecho lo que siempre más le ha gustado y mejor sabía
hacer. Y acertadas o no tomó las decisiones que en cada momento creía
correctas. Escuchando atento, en algunas de ellas, lo que dictaba su corazón.
Goleando, aunque sin premio final, en la Eurocopa de su propio país en 1996,
Shearer era ya objeto de deseo de los grandes del fútbol europeo. Sir Alex Ferguson
volvió a llamar a su puerta. Allí los títulos estaban prácticamente garantizados.
Un transatlántico europeo que ya cogía velocidad para un día atracar en Europa
y dominarlos a todos. Pero Kevin Keegan, un mito entre los Magpies, llegó para
cambiar la historia. Ofreciendo a Shearer lo que siempre había soñado. La
posibilidad de ganar esos títulos en el equipo de su vida, el Newcastle United.
Convirtiéndolo en ídolo y auténtico líder de un equipo armado al nivel de los
mejores. Ginola, Asprilla, Les Ferdinan, Robert Lee…A lo largo de estos diez años
tocarán varias veces el cielo pero aunque el club hizo todo lo que estuvo en su
mano, siempre habrá alguien mejor que ellos.
Alan Shearer mira para
atrás y sonríe. Nadie ha hecho más goles en Premier League. Nunca se
arrepentirá de haber cambiado el éxito asegurado de Manchester por la sensación
de un gol vestido de blanco y negro en St. James´ Park. Y eso el aficionado es
algo que nunca olvida. -"El mejor
día de mi carrera fue el día que superé el récord de Jackie Milburn en St.James'Park.
La atmósfera de ese día fue increíble. Si
pudiera haber embotellado ese sentimiento, lo habría hecho”. Y de haber
sido así, seguro que junto aquella mágica Premier con el Blackburn, como un
trofeo más, descansaría ahora en la vitrina de su casa. Seguramente no habrá
mejor título que ese para Alan Shearer. El fantástico artillero de Newcastle cuya
silueta ganadora con el brazo en alto y su exultante sonrisa no dejaba lugar a
la duda. Lo había vuelto a conseguir.
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