Sebastian Deisler, abandonó el fútbol para agarrarse a la vida |
“De
vuelta a la vida”. Desde el retiro de su casa de Lörrach, Sebastian Deisler observa
el título en la portada del libro del escritor Michael Rosentritt. Es Noviembre
de 2009 y al gélido otoño de la región de Baden-Wurtemberg se ha unido el
escalofrío que ha recorrido todo el país con la noticia del suicidio el dia 10
de ese mismo mes del guardameta del Hannover 96 y de la selección alemana
Robert Enke. Ha pasado poco más de un mes desde que de la mano de Rosentritt,
Deisler presentara aquél libro, su libro, que ahora tiene delante y del que no
puede apartar una mirada orgullosa, aunque con un cierto halo de tristeza. 247
páginas que nos traerán la lucha de Sebastian contra una enfermedad poco
asociada al deportista de alto nivel. La depresión. Quizás este testimonio de
su vida nunca llegara a lo ojos de Enke para poder verlo todo de otra manera.
Quizás cuando el 08 de octubre de 2009 salió a la luz, la mente atormentada de
Robert ya había tomado la decisión. Tal vez si en aquellas largas
concentraciones con el Gladbach hubieran hablado de aquello…Pero ya nada será
posible desde que aquél 10 de Noviembre a su paso por Neustadt am Rübenberge un
tren liberará para siempre a Robert de aquella pesadilla en la que vivía preso.
Deisler llora la muerte del portero con el que haya por 1999 compartiera
vestuario en el Borussia Mönchengladbach. Sabe del tormento de una mente
depresiva. Que hay estiradas que valen 3 puntos y pases mágicos a la escuadra
para darte una copa. Pero que junto a esos guantes y esos pies privilegiados aclamados
por las masas, se esconden cabezas con negros pensamientos, las más oscuras de
las soledades que pueden convertir una historia de fama y éxito en una vida
desgraciada presa de miedos, fracasos y tragedias. Y que aunque es complicado dejarlo
atrás, con ayuda profesional puedes sacar los brazos para levantar el trofeo
más importante. El de tu propia vida. Y Sebastian lo hizo.
Y
es que Deisler estaba destinado a ser el buque insignia del futbol alemán
durante la primera década del milenio que acababa de entrar. Una diestra
prodigiosa y un talento sobresaliente adivinaban un eterno 10 para la Mannschaft en la joven espalda de
Basti y con ello el liderazgo de un gigante dormido y destronado en el balompié
continental. Desde sus comienzos en los
modestos equipos locales FV Tumringen y FV Lörrach ya llamó la atención de los
grandes clubs alemanes, hasta que el Borussia Mönchengladbach se hizo con sus
servicios cuando apenas contaba con 15 años para incorporarlo a sus categorías
inferiores. Será en 1999, con 18 años cuando debute con el primer equipo y
donde coincida con el malogrado Robert Enke. Una mala temporada llevará al Mönchengladbach
a la Segunda Division alemana y a Deisler rumbo a Berlín, a las filas del
Hertha, donde se erigirá en líder del equipo hasta 2002. Una grave lesión de
rodilla no será obstáculo para que el Bayern de Munich lo incorpore a sus filas y como de costumbre
el gigante alemán se haga con la última perla de su fútbol. Las dificultades
que encontrará en su recuperación acentuará un estado depresivo que aunque
desconocido para el gran público, Deisler había ido desarrollando a lo largo de
su carrera. La presión de las expectativas, la tensión insoportable unido a su
paso hasta en cinco ocasiones por el quirófano le obligó a dar un paso
importante en su vida.
El 21 de Noviembre de 2003 Sebastian decidió asomar la
cabeza entre los barrotes de la cárcel en la que su mente andaba encerrada. El
deportista de élite se hizo humano, bajo a la tierra, descolgó el teléfono y
marcó. Al otro lado Uli Hoeness, director deportivo del Bayern. El mensaje de
auxilio contundente: “No puedo más”. Su cabeza había dicho basta y Deisler
comenzó un tratamiento psiquiátrico para intentar recuperar la alegría por el
fútbol y por la vida misma. Todo parecía mejorar. Tras la marcha de Ballack al
Chelsea, se apoderó del medio campo del Bayern y entre 2005 y 2006 disfrutó de
cierta regularidad y relevancia en el once bávaro. Una nueva recaída en su
maltrecha rodilla resultó definitiva. En Enero de 2007, Sebastian se presentó
ante los medios. Gesto serio por fuera, un gran alivio por dentro. A los 27
años anunciaba que hasta allí había llegado. Que el genial 10 del que esperaban
obras maestras y apenas les había podido regalar ligeras pinceladas lo dejaba. Su
rodilla y su cabeza no daban más de sí y ya no podían seguir el ritmo, la
presión y la exigencia del exigente fútbol de alto nivel. Había visto pasar por
delante sin poder disfrutar, los mejores campeonatos de selecciones en los que
estaba destinado a ser una de las estrellas. Detuvo el círculo vicioso en el
que andaba metido y se bajó para recuperar una vida que también pasaba por
delante sin poder paladear. Todavía con el chirrido de los frenos de aquél
maldito tren resonando en sus oídos, Sebastian observa su libro desde la
tranquilidad de su retiro de Lörrach. Su testimonio puede servir a otros
deportistas a superar el mismo problema que Enke y él padecieron. Piensa en el
pobre Robert. Aquellas dos mentes
perturbadas que a finales del siglo pasado compartieron el verde del Gladbach
hoy cada una a su manera, descansan en paz. A una la maldita depresión lo
arrojó a las vías para que el tren de la vida lo arrollara. Para la otra ese mismo
tren aminoró la velocidad, le dio una nueva oportunidad y lo trajo de vuelta a
la vida.
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