domingo, 4 de mayo de 2014

SEBASTIAN DEISLER, DE VUELTA A LA VIDA

Publicado en el número 47 de Káiser Football
Sebastian Deisler, abandonó el fútbol para agarrarse a la vida
“De vuelta a la vida”. Desde el retiro de su casa de Lörrach, Sebastian Deisler observa el título en la portada del libro del escritor Michael Rosentritt. Es Noviembre de 2009 y al gélido otoño de la región de Baden-Wurtemberg se ha unido el escalofrío que ha recorrido todo el país con la noticia del suicidio el dia 10 de ese mismo mes del guardameta del Hannover 96 y de la selección alemana Robert Enke. Ha pasado poco más de un mes desde que de la mano de Rosentritt, Deisler presentara aquél libro, su libro, que ahora tiene delante y del que no puede apartar una mirada orgullosa, aunque con un cierto halo de tristeza. 247 páginas que nos traerán la lucha de Sebastian contra una enfermedad poco asociada al deportista de alto nivel. La depresión. Quizás este testimonio de su vida nunca llegara a lo ojos de Enke para poder verlo todo de otra manera. Quizás cuando el 08 de octubre de 2009 salió a la luz, la mente atormentada de Robert ya había tomado la decisión. Tal vez si en aquellas largas concentraciones con el Gladbach hubieran hablado de aquello…Pero ya nada será posible desde que aquél 10 de Noviembre a su paso por Neustadt am Rübenberge un tren liberará para siempre a Robert de aquella pesadilla en la que vivía preso. Deisler llora la muerte del portero con el que haya por 1999 compartiera vestuario en el Borussia Mönchengladbach. Sabe del tormento de una mente depresiva. Que hay estiradas que valen 3 puntos y pases mágicos a la escuadra para darte una copa. Pero que junto a esos guantes y esos pies privilegiados aclamados por las masas, se esconden cabezas con negros pensamientos, las más oscuras de las soledades que pueden convertir una historia de fama y éxito en una vida desgraciada presa de miedos, fracasos y tragedias. Y que aunque es complicado dejarlo atrás, con ayuda profesional puedes sacar los brazos para levantar el trofeo más importante. El de tu propia vida. Y Sebastian lo hizo.
 
Y es que Deisler estaba destinado a ser el buque insignia del futbol alemán durante la primera década del milenio que acababa de entrar. Una diestra prodigiosa y un talento sobresaliente adivinaban un eterno 10 para la Mannschaft en la joven espalda de Basti y con ello el liderazgo de un gigante dormido y destronado en el balompié continental.  Desde sus comienzos en los modestos equipos locales FV Tumringen y FV Lörrach ya llamó la atención de los grandes clubs alemanes, hasta que el Borussia Mönchengladbach se hizo con sus servicios cuando apenas contaba con 15 años para incorporarlo a sus categorías inferiores. Será en 1999, con 18 años cuando debute con el primer equipo y donde coincida con el malogrado Robert Enke. Una mala temporada llevará al Mönchengladbach a la Segunda Division alemana y a Deisler rumbo a Berlín, a las filas del Hertha, donde se erigirá en líder del equipo hasta 2002. Una grave lesión de rodilla no será obstáculo para que el Bayern de Munich  lo incorpore a sus filas y como de costumbre el gigante alemán se haga con la última perla de su fútbol. Las dificultades que encontrará en su recuperación acentuará un estado depresivo que aunque desconocido para el gran público, Deisler había ido desarrollando a lo largo de su carrera. La presión de las expectativas, la tensión insoportable unido a su paso hasta en cinco ocasiones por el quirófano le obligó a dar un paso importante en su vida.
 
El 21 de Noviembre de 2003 Sebastian decidió asomar la cabeza entre los barrotes de la cárcel en la que su mente andaba encerrada. El deportista de élite se hizo humano, bajo a la tierra, descolgó el teléfono y marcó. Al otro lado Uli Hoeness, director deportivo del Bayern. El mensaje de auxilio contundente: “No puedo más”. Su cabeza había dicho basta y Deisler comenzó un tratamiento psiquiátrico para intentar recuperar la alegría por el fútbol y por la vida misma. Todo parecía mejorar. Tras la marcha de Ballack al Chelsea, se apoderó del medio campo del Bayern y entre 2005 y 2006 disfrutó de cierta regularidad y relevancia en el once bávaro. Una nueva recaída en su maltrecha rodilla resultó definitiva. En Enero de 2007, Sebastian se presentó ante los medios. Gesto serio por fuera, un gran alivio por dentro. A los 27 años anunciaba que hasta allí había llegado. Que el genial 10 del que esperaban obras maestras y apenas les había podido regalar ligeras pinceladas lo dejaba. Su rodilla y su cabeza no daban más de sí y ya no podían seguir el ritmo, la presión y la exigencia del exigente fútbol de alto nivel. Había visto pasar por delante sin poder disfrutar, los mejores campeonatos de selecciones en los que estaba destinado a ser una de las estrellas. Detuvo el círculo vicioso en el que andaba metido y se bajó para recuperar una vida que también pasaba por delante sin poder paladear. Todavía con el chirrido de los frenos de aquél maldito tren resonando en sus oídos, Sebastian observa su libro desde la tranquilidad de su retiro de Lörrach. Su testimonio puede servir a otros deportistas a superar el mismo problema que Enke y él padecieron. Piensa en el pobre Robert.  Aquellas dos mentes perturbadas que a finales del siglo pasado compartieron el verde del Gladbach hoy cada una a su manera, descansan en paz. A una la maldita depresión lo arrojó a las vías para que el tren de la vida lo arrollara. Para la otra ese mismo tren aminoró la velocidad, le dio una nueva oportunidad y lo trajo de vuelta a la vida.

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