Las lágrimas de Gustavo Poyet, imagen de aquella Recopa del 95 |
Vino hacia nosotros moviendo los brazos porque ya no había piernas. Su
cara desencajada, el león rugiendo en su escudo y preguntándole al uruguayo si
entendía cuánta felicidad le estaba llevando a esa personas. Su gesto era
agradecido. A esa gente sin garganta y mil kilómetros a las espaldas. A ese
club que lo sacó del anonimato del fútbol francés para hacer historia de azul y
blanco. A sus compañeros. A Nayim…Al Mundo. Era el grito de la felicidad, del
gracias, del para vosotros, del me lo merezco, del claro que sí, de la rabia.
Era el sentir de España, Aragón, Zaragoza y su Real. Del final más increíble
que se recuerda, de un gol para siempre, de una Recopa en 120 minutos. Y yo lo
ví. Vino llorando como un niño intentando abrazar a todo aquél fondo. Si
hubiera querido lo habría hecho. Porque corazones como el suyo consiguen lo que
se proponen. Llegó a por la Copa y se la llevó. Dejando al del bigote dentro de
su portería con diez mil gargantas a sus espaldas gritando sin saber muy bien
porqué. Y aquél 9 que aterrizó para hacerse el mejor 8 se entregó a su gente. A
esa que nunca falla. Y nos ofreció sus lágrimas, la fuerza de su interior. La
misma que exhibía llegando desde segunda línea sin avisar. Con aquél estilo tan
suyo. Tan peculiar. Tan llamativo.
Aquella noche está repleta de imágenes. Las que todos vimos. El golpeo
sublime, la parábola de todos los tiempos, el gol definitivo. A Fernando
Cáceres, al que unos malnacidos han querido dejar bajo tierra, subido a la
cruceta de aquella mágica portería orgulloso de su conquista. Fuerza “Negro”.
Algunos vieron a Sergi, al que atropelló la vida, megáfono en mano dejándose el
alma entre los aficionados. Y a Solans padre con su camiseta jaleando
emocionado a su gente. Y luego las que no vimos nadie. Ese gesto divino
ayudando a trazar esa curva imposible, o empujando a Seaman al abismo mientras
desde aquél fondo no dábamos crédito a lo que iba a suceder. Esa Pilarica…Pero
siempre hay algo que se queda en tu retina para siempre. Y yo lo ví. A Gustavo
Poyet y sus lágrimas. Y esa manera de celebrarlo. Con pasión. Con emoción. La
misma que empleó para llevar a un equipo de la promoción de descenso a triunfar
por Europa. Grande Gustavo.
El pasado 10/05/13, aquella Recopa se nos hizo mayor de edad. Todos hemos
crecido con ella. Todos hemos cambiado. Nos mira orgullosa y nosotros a ella
con preocupación. Su Real Zaragoza no pasa por buenos momentos. Aunque estos
dieciocho años han dejado alguna pincelada para la historia, en la actualidad,
lucha año tras año por eludir el descenso. Pero en el día de su cumpleaños ella
está feliz. Muchos la miran y sueñan despiertos con aquella noche en París. Con
Nayim, Cáceres y Sergi. Yo cierro los ojos y veo a Gustavo gritando a los
cuatro vientos ofreciéndonos su llanto. Él llegó y en su primer año peleó por
un descenso. ¿Guiños del fútbol?. No se sabe, pero me aterra tener que venir
con mis nietos a verla en su 75 cumpleaños y la encuentre triste, sola y
desorientada. Y no quiero. Quiero otro Poyet que me regale mil imágenes para el
recuerdo partiéndose el alma y haciendo del Real Zaragoza lo que es. Grande de
Europa. Gracias Gustavo.
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