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-"Vámonos tú y yo con la pelota hasta la portería contraria."- me dijo.
Donde yo veía un infranqueable ejército de camisetas contrarias, aquél Ingenioso Hidalgo sólo veía gigantes que derrotar a golpe de engaño y regate. Él sabía que lo podía hacer. Era su manera de entender este deporte. Desafíos constantes desde la fragilidad de su famélica constitución. Retos a lo imposible desde la locura de su imaginación. Y detrás del balón y bajo ese pelo alborotado una persona humilde y entrañable con la que me entendía a las mil maravillas. Tocó el balón y yo lo retrasé hacia un compañero para sacar de un plumazo a mi Quijote de su delirio…
Casi 20 años después en mi equipo de amigos de siempre las barrigas dibujan más de un Sancho Panza y las armaduras chirrían oxidadas víctimas del paso del tiempo. La casualidad ha hecho que vuelva a compartir vestuario con aquél Quijote que conocí de chaval en un equipo de barrio. Aquella frágil figura deja paso a formas ahora redondeadas y sus cabalgadas terminan con un hilo de voz en busca de la anhelada sustitución. De vez en cuando coincidimos en el punto central tras un gol en contra y parece que no haya pasado el tiempo. Yo sigo viendo rivales donde él ve gigantes. Su mirada transmite sensaciones de antaño y aunque no me lo diga yo sé que en su imaginación está librando batallas imposibles para superar ese gol en contra. Arranca, se frena, la enseña, la esconde y la entrega a la red para volver a igualar el marcador. Pura magia. La vida le sonríe y eso es lo que más disfruto. Cuando acaba la batalla, cierra su libro de aventuras, y entre cigarrillo y cerveza se vuelve a convertir en la maravillosa persona que un día conocí. Aquél caballero de la triste figura que un día me hizo sentir su fiel escudero.
Me ha gustado, Luis. ¿Aun se le enreda el balon en las piernas y sin saber como sale hacia adelante? Imagino que el "peso" de los años llega a todos.
ResponderEliminarMe lo ha pasado Silvia y le he echado un vistazo. David A.