sábado, 21 de enero de 2012

ZARAGOZA NO SE RINDE

Andoni Cedrún, Corazón zaragocista
 
"Sólo quiero que el Real Zaragoza sea un club normal". Desde sus 198 centímetros del zaragocismo más puro, Andoni Cedrún, sangre vasca en un corazón maño, explicaba con profunda desazón en una radio deportiva nacional, su impresión sobre la dura situación actual del club de su vida. Sus palabras se debaten entre la simpleza de lo evidente y el vértigo de quien se acerca al abismo. Y golpean con crudeza, por venir de quien vienen. De la bandera del optimismo y nobleza más racial ahora hecha jirones por la deriva de un club sin rumbo.

Andoni no reconoce este club. No conoce este equipo. Quizás porque las magulladuras recientes han dejado al guerrero del León herido de muerte y desfigurado. Quizás porque su optimismo enfermizo oscila violentamente entre la pelea de lo que quiere y lo que ve. Cuando él atajaba sus primeros balones oía las gestas de un equipo imponente y magnífico, que era obligado a salir de vestuarios de un campo inglés. No llegaba tarde al comienzo de aquella semifinal, no. Antes de abandonar Ellan Road, el aficionado británico quiso despedir a los artistas que habían dejado fuera de la final de la Copa de Ferias a su Leeds United con una exhibición de juego y goles. Corría 1966 y tras el 1-3, aquella ovación puso a Zaragoza en el mapa del fútbol europeo.
Dos décadas después esa historia la escribió el vasco. Recopa, tanda de penalties y la Roma de Boniek al suelo. El Ajax de Cruyff y Van Basten le despertó del sueño, pero Andoni, Europa y Zaragoza ya se habían citado para irse de Copas por París.
Eran tiempos de promesas, en los que Cedrún, desde lo alto de un balcón, emplazaba a 100.000 zaragocistas de un año a otro para entregarles los triunfos de un equipo histórico.
Pero más allá de los éxitos deportivos eran épocas en las que un club modélico en su gestión y señor en su imagen arañaba la gloria entre los gigantes nacionales y europeos.

Los tiempos han cambiado y las finales de Copa han dado paso a Leyes Concursales. El León no se reconoce en su nuevos trazos y el futbolista fiel a un club es ahora un muñeco de ida y vuelta. No como aquél portero que llegó buscando sitio desde un Athletic campeón y se quedó para siempre. Desde su grito desesperado, Andoni busca para el Real Zaragoza un estado de normalidad. No quiere que el León salga de su escudo para lanzar zarpazos a la Historia, ni ovaciones en campo rival. Ya no quiere quemar París desde un pateo celestial ni que la derecha de un "hueso" argentino ponga el azul a una montaña mágica destinada a ser blanca merengue. Ni tan siquiera añora levantar títulos prometidos. Sólo que alguien le prometa a él que algún día le devolverán al Real Zaragoza del que se enamoró.
Sus palabras suenan con la fuerza de quien desea un club respetado y admirado por una gestión seria y honrada. El deseo de pertenecer a un club reconocido por sus 80 años de valor y dignidad antes que por la efímera gloria del éxito.

Hasta que eso suceda Andoni levanta la voz por la tierra que un día le acogió y le hizo grande de Europa. No puede imaginar Zaragoza sin su equipo. El Pilar sin sus torres, el Batallador sin su espada, Agustina sin su cañón...Zaragoza sin su Real. Una ciudad y un equipo que Andoni nunca ha conocido. Ni conocerá. La ciudad en la que siempre habrá una lengua viva para decir que no se rinde. Siempre ha vuelto. Y volverá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario