martes, 31 de enero de 2012

GUY ROUX Y LOS POLLOS DE BOURGOINEL


Guy Roux, el hombre leyenda del Auxerre
Mayo de 1989. Stade Velodrome, Marsella, última jornada. El reloj camina decidido hacia el 90 para ir construyendo a cada segundo, la silueta de un Olympique campeón. La afición local sabe que el 1-1 actual le basta para alzarse con el campeonato y lleva en volandas a su equipo hacia la gloria de la Ligue-1. Enfrente el Auxerre, convidado de piedra en el presumible festín marsellés, se emplea con la dignidad del que se siente observado desde otros campos con un Campeonato en juego.
Fin del partido. La locura invade las gradas y en el césped  los nuevos campeones dan rienda suelta a su alegria. Carreras, saltos, lágrimas y un trofeo a las vitrinas. El primero de esos cinco que harán de ese lustro territorio marsellés. Había costado pero se ha conseguido. Entre el bullicio general un hombre observa desde la zona de banquillos la fiesta marsellesa. Atento y en silencio, Guy Roux mira espectante la actitud de sus pupilos. Sus chicos del Auxerre han hecho un buen partido y han conquistado con este empate un meritorio quinto puesto final. Pero éxitos deportivos al margen, Guy Roux espera paciente que acaten sus órdenes una vez el árbitro había indicado el final. Y con una sonrisa pícara observa con satisfacción como sus jugadores se avalanzan sobre el orgulloso campeón, le felicitan y con el torso ya desnudo ofrecen su elástica "auxerroise" buscando a cambio la de su rival. Los Papin, Sauzee y Allofs se despojan de su camiseta, aceptan el intercambio y se enfundan la del Auxerre...

Guy Roux no forma parte de la historia del AJA Auxerre. Guy Roux es el Auxerre. No existe la vida de uno sin la historia del otro. Aquél quinceañero que en 1954 aterrizó en la pequeña ciudad del sur de París decidió quedarse hasta 2005. Al mando del primer equipo 44 años de leyenda. Peleón de corto, viejo zorro en la táctica, el Stade l'Abbé-Deschamps no esconde ningún secreto para él. De su mano, Blanc, Boli o Cantoná pondrán  la primera piedra de sus brillantes carreras y un club que vestía de incógnito por el fútbol galo se subirá al ascensor de la gloria para no bajarse nunca más y discutir Ligas y Copas a los más grandes. Pero nadie se lo va a poner fácil, y el veterano Roux siempre se las va a ingeniar para sacar a flote a su equipo, exprimiendo los pocos recursos disponibles en el humilde club de la pequeña Auxerre.

En Marsella, Guy Roux enfila satisfecho las escaleras hacia las entrañas del Velodrome. A su alrededor, gritos de júbilo por una Liga, gente feliz y el húmedo ambiente de vestuarios. En su cabeza la satisfacción por el último gran servicio a su club por esa temporada. El patrocinador del Auxerre puede estar satisfecho. Durante las 48 horas siguientes a la consecución del título marsellés, en todos los medios de comunicación franceses veremos a los campeones mostrando a toda Francia los "Pollos de Bourgoinel", sponsor de los "auxerroises". Como dijo Demóstenes: " Las oportunidades pequeñas son el principio de las grandes empresas". Y en aquella tarde marsellesa el gran Guy Roux no dejó escapar su pequeña oportunidad...

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